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Rafi Martín y Joaquín García, en su kiosko. FRANCISCO MARTÍN / EÑE
Más de dos décadas de lucha y dedicación tras el mostrador en Vecinos: «Es un trabajo sacrificado, pero...»
GENTE DE PRENSA

Más de dos décadas de lucha y dedicación tras el mostrador en Vecinos: «Es un trabajo sacrificado, pero...»

Rafi Martín y Joaquín García, en Vecinos, apostaron hace 20 años por ampliar el negocio familiar y mejorar los servicios de la panadería y el supermercado

Lunes, 24 de febrero 2025, 07:00

A 30 kilómetros de la capital, la panadería, supermercado y punto de venta de prensa de Joaquín García y Rafi Martín en la localidad de Vecinos no solo es un negocio: es, sin duda, uno de los epicentros sociales de la comarca lleno de tradición y un lugar en el que el esfuerzo diario es mucho más que levantar la persiana cada mañana.

Con cerca de 40 años de experiencia en el sector, Joaquín ha vivido la evolución de la panadería familiar desde sus inicios, cuando trabajaba junto a su padre. Desde entonces, su vida ha estado marcada por la lucha, el trabajo y la dedicación a los clientes que forman parte de su día a día. «Es un trabajo sacrificado, pero lo hago con gusto», asegura.

Hace 23 años, al jubilarse su padre, Joaquín y Rafi decidieron tomar las riendas del negocio familiar. «A los dos años de estar al frente, apostamos por ampliar el local en una nueva ubicación, ya que el anterior no cumplía con las exigencias sanitarias y era pequeño», comenta Joaquín. Un lugar estratégico y de paso frente a la CL-512, que comunica a municipios como Las Veguillas, Tamames, Linares de Riofrío o La Alberca con la capital.

«Con el apoyo mi padre, en 2004, comenzamos la construcción del nuevo local en una antigua cochera y, finalmente, abrimos el 19 de julio de 2005», recuerda. Desde aquel día, el negocio ha ido creciendo en clientela y en productos. «Empezamos con dos empleados y ahora hay siete personas contratadas», señala. «Una apuesta decidida que también hicimos con la prensa», indica, un plus que sumó a la oferta de su negocio. «La gente mayor es muy fiel al periódico. Además, en verano, a la gente le gusta verse con las fiestas de los pueblos y ver qué dicen los alcaldes», reconoce.

El esfuerzo que implica administrar una panadería no es fácil. Además de hacer el típico pan de pueblo para distribuirlo por los municipios de la comarca, elaboran hornazos, empanadas, pastas o magdalenas. «Comenzamos a hornear a partir de las 3:00 y abrimos el negocio a las cinco y media, ya que, a partir de las 6:00 comienzan a llegar los primeros clientes», afirma. En este contexto, Joaquín confiesa que duerme apenas tres o cuatro horas por la noche, aunque «la siesta es un ritual sagrado». A pesar de la carga de trabajo, su pasión por el oficio es evidente; fervor que se refleja en la relación que mantiene con su equipo, a quienes se refiere como «compañeros».

Sin embargo, el futuro de la panadería plantea incertidumbres. Joaquín tiene un hijo que, si bien no muestra interés en continuar con el negocio, deja abiertas las posibilidades. «No hay nada decidido», dice.

La rentabilidad es indiscutible, pero requiere dedicación y esfuerzo constante. Por todo ello, el amor por el oficio y el compromiso con mantener los servicios básicos en las zonas rurales se entrelazan en la historia de Joaquín y Rafi.

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