De Mali a Villar de Gallimazo

Villar de Gallimazo, en plena comarca peñarandina, es uno de los pueblos que puede presumir de haber crecido en la última década. El “secreto” no es otro que la llegada de más de medio centenar de inmigrantes de Mali para trabajar en una plantación de fresas y en una fábrica de puertas de madera.

“No tenemos ningún problema con ellos”, asegura el alcalde Sergio González cuando se le pregunta por la convivencia con los 200 vecinos censados en la localidad. Tampoco el hecho de que todos ellos sean musulmanes y de que sus tradiciones sean distintas complica la relación con los “villarejos”. “Los que saben hablar español se relacionan bien, incluso van al bar. La verdad es que la gente está contenta con que estén aquí”, apunta.

El regidor explica que la mayoría procede de un pueblo de Mali porque el encargado de contratarles en Villar de Gallimazo también es de allí. “Muchos son familia entre ellos, primos, hermanos... y llegan atraídos por el trabajo que tenemos aquí, aunque la pena es que lo hagan solos y no vengan con sus mujeres e hijos. Alguno lo intenta, pero los trámites no son nada sencillos”, reconoce.

Los ‘nuevos’ vecinos de Villar de Gallimazo viven en casas alquiladas, aunque muchos de ellos han tenido que marcharse a pueblos cercanos al no haber suficientes en la localidad. “Yo mismo les tengo alquilada la casa que fue de mi abuelo a cuatro de ellos y sin ningún problema”.

El alcalde reconoce que los inmigrantes de Mali han devuelto la vida a un pueblo “donde todo el que quiere encuentra trabajo porque aquí apenas tenemos paro”.

A pesar de que el Ayuntamiento también está atento a sus necesidades, la Cruz Roja es la encargada de supervisar su adaptación a la vida en esta pequeña localidad, impartiéndoles cursos de español y sanidad. Su llegada ha hecho que el censo del pueblo haya aumentado en la última década en 18 vecinos hasta llegar a los 201 habitantes actuales.

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