‘Coladero’ en la frontera: los vecinos se saltan los controles ‘para evitar la ruina’

Lo que iban a ser quince días se han convertido en una dura realidad para los pueblos de La Raya, que además parece no tener fin. Sobrevivir es una ardua tarea que requiere de ingenio y, a veces, de triquiñuelas. Es el caso de algunos comerciantes españoles que acercan puntualmente pedidos hasta la frontera cerrada de su localidad para seguir dando servicios a algunos de los muchos restaurantes portugueses a los que proveen de materias primas.

Otros afectados son los vecinos que necesariamente tienen que dar un gran rodeo para poder cruzar la frontera y que en muchos casos están optando por pedir favores a vecinos portugueses para que realicen sus tareas al otro lado de La Raya. “Si por ejemplo tienes ganado y además otro trabajo es imposible estar cruzando todos los días dando un rodeo así”, lamentan los afectados. Ni compensa la pérdida de tiempo, ni tampoco interesa al bolsillo, como denuncian algunos de los trabajadores que solían cruzar para cuidar a personas mayores. “Ahora no les interesa porque no sale rentable, se gasta más en ir y venir que lo que te pagan”, tal y como denuncian.

El cierre indefinido de fronteras entre España y Portugal obliga a los vecinos a ser resolutivos. Todo por evitar una rutina que en principio iba a ser llevadera ya que iba a ser “poco tiempo”, según habían comunicado inicialmente las autoridades a los afectados por la situación.

La crispación crece y las medidas, lejos de relajarse o ser más permisivas, permanecen firmes y consistentes sin que los encargados de vigilar los pasos den su brazo a torcer. Aunque la pandemia parece avanzar hacia lo que debería ser la erradicación de la covid, de la mano de la vacunación masiva, por el momento no hay flexibilización de cierres a la vista.

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