Ciudad Rodrigo
Domingo, 23 de febrero 2025, 11:30
Para Francisco Durán y Carmen Leiva la vida ha dado un giro drástico, un giro escogido, eso si. El abuelo de Fran era muy conocido en Saelices el Chico, y, aunque con el tiempo, las siguientes generaciones se marcharon a Barcelona, entre ellas su madre, los tíos de Francisco regresaron a sus raíces, esta pequeña localidad muy próxima a Ciudad Rodrigo. Sus primos también residen en la villa y, desde el pasado verano, también lo hace su hermano.
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Era cuestión de tiempo: Fran y Carmen han cambiado el ajetreo y la frialdad de la ciudad condal por el calor de un entrañable pueblo en el que todos son como una familia. Nacer y crecer en Barcelona no ha sido suficiente para enterrar la pasión de Fran por la tierra de su familia. «Vine por primera vez con seis meses, y desde entonces he seguido viniendo en fiestas y demás», cuenta. Aunque Carmen no tiene raíces en las tierras salmantinas, fue amor a primera vista: «Hace cuatro años fue la primera vez que vine de vacaciones y me enamoré», confiesa, a lo que Fran replica, con un chascarrillo de complicidad: «Se enamoró del pueblo, no de mí». Desde ese instante Carmen asegura que la idea de cambiar de vida fue tomando forma en su cabeza: «Se fue fraguando». No era para menos. Carmen ha recorrido los rincones y pueblos más bellos de la provincia y de la capital.
Inicialmente la pareja se planteaba adquirir una vivienda como segunda residencia en la comarca mirobrigense. «Íbamos a comprar en Saelices pero no fue posible», lamentan, aunque no lo descartan en un futuro: «Nos gustaría mucho». La segunda visita que hicieron juntos ya estaba encaminada, más que a pasar unas simples vacaciones, a testar el mercado inmobiliario. «Nos encontramos con el problema de que hay muy poco en venta».
Finalmente lograron «cazar» una vivienda en Ciudad Rodrigo, lo más cerca posible de Saelices, de hecho, y sin temblor en el pulso, se lanzaron a la aventura demostrando al mundo que no hay por qué conformarse ni acomodarse en una vida no deseada. «Vivir en Barcelona es un peñazo», sentencia Fran sin tapujos. «Es muy caro, pero los sueldos son los mismos que aquí; no se puede vivir allí.». Él lo sabe mejor que nadie, y es que se dedica al sector inmobiliario. Sant Feliu de Llobregat está a tan solo 13 kilómetros de Barcelona, una distancia muy similar a la que hay entre Ciudad Rodrigo y Saelices, pero en el primer caso «puedes tardar mínimo una hora», matiza Carmen, y en el segundo caso, se trata de un paseo en coche de diez minutos.
No hubo un detonante para este cambio tan brusco de vida, sino que, como explica Carmen, «la bolsita se fue llenando». A los precios abusivos y el «vivir para trabajar en lugar de trabajar para vivir» del que deseaban huir, se sumaba un motivo más profundo, al menos para ella: «Quería dejar de ser anónima». El individualismo y la inseguridad son parte de esa «bolsita», y vivir en una ciudad masificada puede hacer que sin embargo te sientas tremendamente solo, frente al abrigo que ofrece un pueblo. Aseguran sentirse «muy contentos», algo que es fácil leer en sus rostros. Lo mejor está por llegar: Carmen ha comenzado a hacer realidad su sueño de abrir una tienda de bisutería y textil con seda de La India, en Ciudad Rodrigo. Atrás ha dejado, sin vacilar, su trabajo en un laboratorio de una importante farmacéutica, estable, si, pero desprovisto de emoción y creatividad.
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