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El belén viviente de Santiago de la Puebla volvió a atraer este sábado a la localidad a centenares de curiosos llegados de toda la comarca de Peñaranda y de otros pueblos cercanos. No se quisieron perder una de las puestas en escena navideñas más destacadas de la provincia. Fueron muchas las personas que participaron en esta iniciativa. Los alrededor de 70 actores presentes en la Plaza Mayor de Santiago de la Puebla se encontraron en la entrada de la iglesia parroquial. Ya estaban listos, con sus ropas de época. A la hora estipulada caminaron hacia el belén viviente, a donde hicieron entrada por el extremo opuesto al Ayuntamiento. Unos narradores se encargaron de explicar las escenas, priorizando las de San José y María. Una vez que los padres del niño Jesús llegaron al belén se sucedieron las visitas de unos y otros que quisieron adorarle. El belén viviente de Santiago tiene entre sus virtudes la de ser un fiel testigo de los oficios antiguos, muchos de los cuales ya están desaparecidos. Había frutería, un herrero encarnado por Pedro Antonio Hernández. Mateo Arias hacía las veces de panadero. Se encargó incluso de moler la harina con un molino de piedra, a su vez otras ayudantes se encargaban de amasar. Las hilanderas este año estrenaron rueca. Las lavanderas limpiaron las ropas en un improvisado río Margañán con agua. Por el gran escenario improvisado caminaban soldados de Herodes, y después llegaron los Reyes Magos de Oriente. La puesta en escena contemplaba la presencia de muchos dulces y otros alimentos, sobre todo, típicos de la zona. Una vez que concluyó la parte representada se dio paso a que el visitante pudiera entrar en el recinto cercado con antiguos cañizos de pastores.
El belén viviente de Santiago de la Puebla comenzó su andadura en enero de 2013, «a propuesta de dos concejales de partidos distintos», en palabras de Pedro Antonio Hernández, que es de los primeros que se implicó en esta aventura. En ese mismo año se produjo la siguiente puesta en escena del belén viviente. Fue en diciembre de 2013. Después se sucedieron cada año los montajes del belén viviente, cuya fama subió como la espuma por la perfección de los escenarios y otros detalles. Hubo paradas prácticamente obligatorias durante el tiempo de la pandemia. Esta cita promueve el encuentro de numerosas personas, la mayor parte de pueblos de la comarca, pero también llegadas de otras provincias de Castilla y Léon y de otros puntos de España. Al finalizar además de otras sorpresas se repartió un chocolate.
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