José Manuel trabajando en las esculturas de templarios. S.DORADO

El comerciante salmantino que da vida a esculturas de 3.000 kilos

José Manuel Pérez, de Casas del Conde, compagina el trabajo en su tienda de La Alberca con su vocación de escultor, y ahora se centra un encargo de asombrosas proporciones

S. Dorado

Casas del Conde

Lunes, 19 de febrero 2024, 18:40

Seguramente ningún foráneo que por casualidad, en un día de turismo, visite la humilde tienda de souvenirs que José Manuel Pérez Corral posee en La Alberca, imaginaría que quien le atiende es todo un artista, pero así es, al fin y al cabo, la vida de la mayoría de los artistas, que desarrollan sus virtudes a la sombra, porque tan solo muy de vez en cuando se alinean los astros para que sea posible convertir una pasión en un oficio del que vivir.

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José Manuel estudió Bellas Artes, es natural de Casas del Conde, —de hecho fue el último niño en nacer en el pueblo— y se entrega a lo que se podría llamar arte con mayúsculas, no tanto por su repercusión, ya que asegura que sus encargos se limitan a la zona en la que vive, en la cual le conocen, sino porque las obras son hercúleas en cuanto a dimensiones y peso, y difícilmente podrían pasar desapercibidas.

Es el caso de las obras a las que ahora se entrega en cuerpo y alma: dos estatuas de templariosencargadas por un hotel de La Alberca. Cada pieza, de granito, le llevará a José Manuel un total de diez meses de arduo trabajo con la radial y otras herramientas de talla, un trabajo que desempeña en un espacio que el propio negocio le cede, al aire libre en una leñera.

Cada escultura templaria tiene dos metros y medio de altura y 95x95 centímetros. «El bloque entero pesa unos 6.000 kilos, y una vez tallado, llegará a la mitad de su peso aproximadamente», cuenta. «Probablemente el transporte es más caro que la propia pieza».

El trabajo es de seis horas diarias seguidas, y esto le obliga a cerrar la tienda y abrir únicamente en fines de semana, hasta que llegue la época fuerte de turismo. La vida del artista es dura, y abrirse camino también. «Se necesita complementar, pero por supuesto, a mí me gustaría vivir únicamente del arte, es mi verdadera profesión», admite.

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Este apasionado del arte abarca todos los estilos, desde abstracto y figurativo a realista, y también se dedica a la pintura. Casi todo lo que hace se limita a particulares, que lucen bustos y estatuas en sus jardines, aunque las creaciones de José Manuel llegan incluso al entorno del «Molino Pitico», en Mogarraz, donde hay relieves tallados por él, y donde precisamente se proyecta la creación de alojamientos y un centro de talleres medioambientales.

Al contrario que otras artes como la música o la literatura, la escultura requiere un gran espacio de trabajo, y para poder expresarse a través del hormigón o la piedra, José Manuel tiene que buscar espacios que le puedan ceder los particulares, naves en las que poder inmortalizar las ideas que todo artista tiene necesidad de plasmar.

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«Desde que tengo memoria me he dedicado a esto», confiesa, y como suele suceder, este tipo de don le viene de familia, aunque tan solo él ha dado el paso de monetizar su pasión, aunque los encargos y beneficios, que fluctúan en estos casos, obligan a dedicarse a oficios más mundanos, como es su caso.

Asegura que toda obra entraña complejidad, pero que las que desarrolla ahora son las más duras. Si bien es cierto que José Manuel tan solo puede monetizar los encargos, que a menudo son retratos y similares, sus creaciones libres, aquellas que modela a su gusto, danzan entre todos los estilos. «No considero que haya pasado distintas etapas y ahora esté en una determinada. Ha habido una evolución, pero me gusta pintar y esculpir todos los estilos», apunta. «Todo lo hago con igual ilusión; un día el cuerpo te pide algo realista, y otro no».

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Sus primeras obras «serias» nacieron cursando los estudios de Bellas Artes, pero recuerda con especial ilusión una obra de Fernando Mayoral, con quien trabajé muchos años: «La tallé prácticamente yo; es el medallón de Churriguera, en el arco del Ayuntamiento de Salamanca». Esa sensación de satisfacción es el combustible de todo artista.

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