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La Alberca
Miércoles, 17 de enero 2024, 06:15
Se acerca el día de la rifa del famoso marrano de San Antón en La Alberca, un día de celebración, pero también triste, al menos para Paula Manso, una de las personas que se ha encargado de cuidar a este habitante porcino durante los siete meses que pasan desde su traslado a la ermita de San Blas, el que es su hogar. Paula Manso, concejal del Ayuntamiento, ha vivido por primera vez la experiencia de estar al cargo de este símbolo albercano al que no ha podido evitar coger cierto apego.
El marrano tiene un nombre, siempre el mismo, y no podía ser otro que «Antón», aunque Antón ha tenido muchos rostros y temperamentos. Cada Antón deja huella en sus cuidadores. «Cada uno tiene sus cosas, su manera de ser, su punto. Todos son bastante dóciles, pero los hay más cabezones que otros, y hay que estar muy pendiente de algunos», señala.
La definición que encuentra para este Antón es enternecedora, pero también devastadora en cierto sentido, teniendo en cuenta el destino de este marrano escogido para un bien mayor: «Es como un perrito. Le encantan los mimos, se echa, se duerme...Para mí es de los más dóciles que ha habido».
Antón recorre La Alberca en libertad por las mañanas, y acude al encuentro de los vecinos albercanos, que no dudan en ofrecerle un sabroso bocado. «Le encantan los kiwis y la manzana, la fruta en general, y le damos pienso ». Y, cómo no, también tiene su lugar favorito: «Este es de terraceo, siempre se mete entre las mesas de las terrazas, en medio, para que le den comida».
Unas tres o cuatro personas se unen a estos cuidados para alimentar a Antón y pasearle. «Yo me encargo, cuando hay mucha gente, de pasearlo por otros espacios donde no se agobie por esa cantidad de gente, espacios abiertos en los que pueda correr, que esté más relajado», explica Paula, y es que este año ha sido especialmente caótico a nivel de visitas. «Se le ha sacado un poco menos por todo el asunto del concurso de Ferrero Rocher, pero se intenta que pasee».
Paula tiene apelativos cariñosos alternativos al protocolario nombre de Antón, y admite que se ha encariñado con él. «Estás con él casi todos los días, te sigue, le llamas y atiende, le rascas y se tumba encantado. Para mí es un poco complicado, ves que llega el día y sabes que lo vas a echar de menos», confiesa, aunque también asegura que repetirá la experiencia sin duda en años posteriores.
Antón abandonará de manera agridulce las calles albercanas el próximo sábado, jornada en la que se dará su último banquete a base de convites de los muchos turistas que le darán mimos. Sin embargo, quedará en el recuerdo de Paula.
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