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El poeta León Felipe se llamaba en realidad Felipe Camino, así que estaba predestinado a escribir en algún momento de romeros y caminos: “...romero ... que cruza siempre por caminos nuevos”. Proclamó que hay que vivir la vida como romeros. Y los romeros protagonizan este domingo de pentecostés romerías que atraviesan la provincia y llenan el campo de devociones, puestos con almendras garrapiñadas, bolsas de almendras y obleas, sones de gaita y tamboril, y algún hornazo: Majadas Viejas, Cueto, Valdejimena, El Cabaco... Cerca de aquí queda Sequeros, donde el poeta vivió seis años con sus padres, Higinio y Valeriana, llegados desde Tábara. Años duros, de pérdidas familiares y una escuela que quizá le formó en el verso, seguro que más que la confirmación del Padre Cámara, el gran biógrafo de San Juan de Sahagún, a cuya fiesta vamos. En El Cabaco se celebra la “Emperrá”, donde no faltarán tacos de jamón, algún torrezno y hornazo serrano. Hace unos días, Ferrán Adriá, Bulli, defendía ante el alcalde Carlos García Carbayo que a Salamanca le falta un museo del jamón, que viene a ser como un centro de estudios del ibérico, donde estudiar este producto desde la veterinaria a la cocina, pasando por la literatura y el arte, y de paso un laboratorio en el que explorar su gastronomía. Quizá sea bueno pensarlo. No se me ocurre un lugar mejor, con permiso de aquellas provincias de donde vienen los nominados a los premios Porc d´Or, que se entregan esta noche. Jugamos en casa, pero también los partidos de casa se pueden perder: las quinielas lo contemplan.
También hace unos días Ágatha Ruiz de la Prada defendía en Salamanca a la zapatilla como medio para conseguir hacer de todo, y se refería a las personas de cierta edad, aunque los chavales lo descubrieron hace tiempo. La zapatilla es prenda imprescindible en las romerías, que no se entienden con tacones. La zapatilla con cuña, sí, pero el tacón quedaría entre pretencioso y anacrónico en una romería e imposible para la misa de este domingo en el bejarano pico Alaíz. Zapatillas y devoción. La diseñadora desveló cuánto le queda a la moda por hacer en el terreno de las personas de edad.
Romería y gastronomía riman. Van de la mano. A la romería no se puede ir comido sino a comer. Aquí, en la capital, en el Arrabal, antaño terreno inundable, lo suyo es comer chanfaina, pero también en Tejares, que tiene plato propio, el picadillo, al menos desde principios del siglo pasado cuando Dionisio Pérez, Post Thebussen, escribió “Guía del buen comer” y sacó a la luz para el turista gourmet al picadillo, la chanfaina, el hornazo, calderillo y otras exquisiteces salmantinas. Ya he dicho que tanto el calderillo como la chanfaina son guisos de fiesta, pero en su origen no lo fueron tanto. Sí lo es el bollo maimón, de bodas, ofrendas y ofertorios, regalo de novios a los invitados a cambio de la espiga. Si algo tienen las “delicatessen” es autenticidad, ha escrito Fernando Riquelme Lidón, politólogo, diplomático y novelista, en su libro “Delicatessen”, y todo lo mencionado antes tienen esa característica. Como el jamón ibérico, “delicia sin igual”, afirma, derivada del cerdo, protagonista de esta noche y de nuestras romerías. Con buen jamón y vino, pan como Dios manda, y zapatillas cómodas, no hay romería que se resista.
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