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Reconozco que me pongo nostálgico cuando llega el puente de la Inmaculada, como le gusta llamarlo a mi madre. Buena culpa de ello la tiene mi mujer, quien aprovecha estos días para dar rienda suelta a su vena decoradora y torna nuestra casa a “modo ... Navidad” durante una temporada. Pero, aunque les pueda sorprender, también ayudan a acrecentar en mí ese sentimiento los actos que suelen organizarse para conmemorar el aniversario de nuestra Constitución. Sí, me sirven de recordatorio. Y entonces me abstraigo de los vacuos discursos de los políticos de medio pelo que pueblan las instituciones patrias y dirijo mi mirada hacia las páginas de los libros que narran la Transición Española. Suele ser más productivo.

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