Yo, el presidente “superguay”
Miércoles, 28 de octubre 2020, 04:00
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Miércoles, 28 de octubre 2020, 04:00
El estado de alarma se ha confirmado como una herramienta jurídica necesaria en estos momentos a falta de una ley o de una modificación de ... las existentes para que los jueces no tumben las medidas restrictivas que cada comunidad autónoma está adoptando para luchar como puede y como Dios le da a entender contra la propagación del coronavirus. Pero seis meses de estado de alarma es un exceso, por no decir un abuso o una extorsión de un presidente que pretende ser “el mesías”.
La vagancia del presidente del Gobierno no debe servir de excusa para que le firmen un cheque en blanco con el que haga y deshaga a su antojo. Pedro Sánchez prometió una herramienta jurídica a las comunidades autónomas precisamente para evitar que los tribunales de justicia, dependiendo del territorio, tumbaran las decisiones acordadas para impedir la expansión de la COVID. Pero nos dijo que habíamos vencido al virus y que saliéramos de vacaciones, mientras él ganduleó todo el verano sin hacer nada de nada y ahora quiere vapulear los pilares democráticos de control del parlamento.
Gracias a democracias como la que tenemos en España, que permiten la formación de un gobierno sin que un partido haya conseguido la mayoría absoluta, siempre y cuando sea capaz de negociar para sumar y alcanzar los votos suficientes en el Parlamento, Sánchez pudo ganar la moción de censura que derrocó al Gobierno del PP. Sin haber ganado las elecciones fue capaz de convencer a todo un conglomerado de partidos independentistas, amigos de los terroristas y comunistas para instalarse en La Moncloa. Podrá gustar menos que más, pero la democracia es el juego de las mayorías, de negociar y él lo consiguió. Tampoco ganó las últimas elecciones con una mayoría suficiente y tuvo que pactar con quien cinco minutos antes le quitaba el sueño. Ahora está cansando de negociar y pretende burlar al parlamento por la puerta de atrás y utilizando la desgracia de una pandemia. Se quiere saltar el juego democrático. Es el presidente al que más le gustan las dictaduras, aunque presuma de demócrata.
Es evidente que la crítica situación por la que atraviesa de nuevo la pandemia hace imprescindible el estado de alarma. Si no fuera por esta herramienta, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León habría tumbado el toque de queda aprobado por el Gobierno de Alfonso Fernández Mañueco el sábado, un día antes de que Sánchez nos volviera a engañar haciéndonos creer que se toma en serio el grave problema sanitario y económico.
Pedro “el superguay” hizo el domingo el papelón al que nos tiene acostumbrados, ocupó los telediarios y nos dijo que, ante el clamor popular de los presidentes de autonómicos por su incapacidad para hacer frente a la crisis sanitaria, tenía que tomar las riendas para “salvarnos” a los españoles. Decretó un estado de alarma, pero de seis meses, porque no tiene ganas de estar cada 15 días negociando con la oposición, vamos lo mismo que haría cualquier régimen totalitario del tipo de los que ha asesorado su vicepresidente Pablo Iglesias, quien por cierto, aprovechó el anterior estado de alarma para meterse en la Comisión Delegada para Asuntos de Inteligencia que coordina los servicios de información del Estado, el mismísimo corazón de los secretos estatales. Es decir, es como poner a la zorra -al hombre de Maduro en España, el que fingió el robo de una tarjeta para sacar rédito electoral- a cuidar al gallinero. Peligrosísimo para la democracia española.
La oposición democrática no puede consentir semejante barbaridad. Sánchez tiene que aprender a fajarse en las negociaciones democráticas e ir cada quince días a dar cuenta de una situación excepcional ante sus socios y ante la oposición que debe controlarlo y atarlo en corto.
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