Ya si eso luego
Lunes, 6 de septiembre 2021, 05:00
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Lunes, 6 de septiembre 2021, 05:00
Ahora, los pueblos ya vuelven a quedarse sin vida. Ahora, salir con el ocaso vuelve a ser garantía de encontrarte, como mucho, con los de siempre. Y si eso. Ahora, los días dejan de conocerse. La hierba, amarillenta y seca, lucha por no arder en ... uno de esos incendios que tan tocadas dejan a las poblaciones. Ahora, la gente oriunda vuelve a tener esa tranquilidad que añoran durante unas semanas, pero que luego detestan cuando el ruido sordo del silencio asola las calles.
Ahora, los ayuntamientos volverán a sus quehaceres cotidianos una vez pasadas las fiestas -más bien las “no fiestas”-, cruzándose de dedos para que la llegada de los forasteros e hijos del pueblo no supongan brotes de la enfermedad con los que lidiar con medidas impuestas desde Valladolid. Ahora, seguirán ahí, realizando los trámites pertinentes de la burocracia en la que estamos sumergidos mientras velan por intentar garantizar una vida digna a unos pocos conciudadanos. En un nivel pequeño. Muchas veces desapercibido. Pero es ahí donde residen los aspectos que más nos pueden afectar en nuestro día a día. Y, sobre todo, fuera de intentos de embarrar cuestiones que una sociedad madura como la nuestra, aún con lo mucho que queda, tenemos interiorizadas. Desde el machismo institucionalizado hasta la sonrisa con la recibimos a nuestros nuevos vecinos árabes. Garantizar los servicios, hacer agradable el día a día. Eso es lo que hace -o debería de hacer- la administración local. Eso que llaman política útil.
Ahora, también se dirá que comienza el curso político. Pero es más cierto que la espectacularización de la política ya no para ni en agosto. Para el gozo de algunos y la decepción de una gran mayoría con dos dedos de frente. Ahora, que probablemente nos espere lo de siempre. Ahora, la Diputación seguirá intentando visibilizar su labor, tan necesaria como mal planificada. Aunque quizá la reflexión más profunda que se puede hacer es preguntarnos qué será de las élites locales de los dos grandes partidos cuando en esta tierra ya no quede nadie a quien presentar bajo sus siglas a cambio de pasarle un poco la mano por el lomo. O bueno, lo más probable es que ya no quede nadie, a secas. Y eso que, ahora que lo pienso, puede que se avecinen cambios.
Ahora, en el Ayuntamiento de Salamanca, quedan dos años de bipartito. Ahora, unos seguirán con su modelo de gestión y de política que tan encallados nos tiene desde hace décadas, mientras otros irán asumiendo su paso hacia la nada, rememorando, ahora, otros tiempos más dulces. Incluidas las instancias autonómicas. Y ahora que me doy cuenta, sepa el lector que lo de la gestión no es charlatanería propia. Ahí están los datos. Los de ahora y los de hace 20 años. Y ahora, con los pueblos ya vacíos, habrá algunos que continuarán con su incansable labor de ordenar a todos sus miembros importantes siguiendo el reparto habitual, ya sea en instituciones o en la Universidad. Ahora que Castells parece que se ha dado cuenta de que tiene una cartera. Aunque bien pensado, las compañeras del ministro en la ciudad deberían seguir sus pasos y aparecer. Mejor tarde que nunca. O, mejor dicho: ahora o nunca. Que por ahora en Salamanca y provincia vive más gente que en la Antártida.
Y los demás, ahora, pues ahí estamos. Unas rememorando días de playa. Otros pensando en exprimir en las Ferias al máximo. Algunas preguntándose cómo es que han pasado otro verano sin pena ni gloria. Y los universitarios preparándose para volver a ser la principal actividad económica de la ciudad, ahora que están vacunados. Pero, sobre todo, y esto no es de ahora, hordas de jóvenes salen de nuestras regiones hacia tierras donde se nos pone más fácil la supervivencia. Aunque esto ahora parece que no preocupa, así que ya si eso luego.
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