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El espectro de la próxima convocatoria electoral planea sobre nuestras cabezas. Ayuntamientos y diputaciones velan sus armas y se aprestan a sacudir mandobles a diestra ... y siniestra. También a ultradiestra y ultrasiniestra. En este caldo gordo que ya se empieza a remover, tanto los que gobiernan como los aspirantes a regidores quieren meter la cuchara y afinan sus estrategias para dar con el modo más eficaz de tumbar al adversario, que no siempre es mero contrincante. A veces es enemigo, y como tal debe ser descabezado. Esto hace que el juego no siempre sea limpio, porque cuando peligra el puesto de trabajo toda maquinación es válida. Como en el amor y en la guerra. Guerras y escaramuzas hay en las filas de los partidos. Unos por ver qué facción se va a llevar el gato al agua como resultado de escisiones fratricidas, acaso espoleadas por mezquinas codicias so capa de transparencia. Otros porque, aunque no lo reconozcan, las primarias dejaron alguna herida que hay que lamer y no conviene dejarla supurar en fechas tan delicadas. Y el tercer partido en discordia, porque últimamente al perro flaco todo se le vuelven pulgas y se le achaca poco menos que haber iniciado otra guerra del Golfo. El resto son grupúsculos con mucho ruido y pocas nueces. El ambiente preelectoral está más que caldeado: hierve, bulle, borbotea. O sea, lo normal en estos casos.

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lagacetadesalamanca Ya huele a elecciones