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Esta no es una columna sobre la ley del Sólo sí es sí. Aviso por si el título invita a pensar en ello. No creo ... que pudiera aportar nada nuevo sobre la exaltación del error de Podemos. Lo de hoy es cien por cien charro, con su consabida ración de polémica. Vamos a enredar un rato con el famoso congreso Peace City World.
Anda Salamanca dividida estos días entre los hacen las cuentas de la lechera con la “nueva Dubai” a orillas del Tormes y los descreídos que sospechan haber sido víctimas del timo del tocomocho versión arábiga. Tanto jeque ha levantado muchas suspicacias, hasta el punto de que se pide al Ayuntamiento que diga quién ha costeado la fiesta y a cuánto sube la factura. Si son los 36.000€ que ha dicho Fernando Castaño, me parece hasta barato. Eso se lo pulen algunos en una mariscada de dinero público.
En estas latitudes, la tendencia natural es pesimista. “Piensa mal y acertarás” es el mantra de nuestros mayores, pero no está de más darle una oportunidad a la pregunta ¿Y si es que sí? Analizando los pros y contras de la versión más optimista de esta historia no hay nada que perder y mucho que ganar.
Que se lo pregunten a los que han recibido su buena dosis de petrodólares en las últimas semanas. Andaban los jeques por la calle Zamora arriba y abajo como si tuvieran una máquina de estampar euros a pleno rendimiento en un local de Garrido. En el hotel donde se alojaron hasta tuvieron que comprar alfombras especiales para que rezaran mirando a la Meca; se ve que las de IKEA no sirven. Por no hablar de la comida y su larga lista de requisitos. En ningún momento nadie preguntó por el precio. Se paga y ya está. Ya se entiende por qué Juan Carlos I ha elegido Dubai para el exilio.
Que la cosa puede tener cierto aroma a Eurovegas es evidente, pero en lugar de un yanki con cara de plástico aquí mandan los del turbante con diseño de servilleta de menú barato. En un paseo sin pretensiones por la web del Peace City World, Salamanca figura como una más en la lista de ciudades en las que financiar proyectos faraónicos. No es que sea mucho a lo que aferrarse pero viendo que esos mismos dólares están levantando The Line, una ciudad para nueve millones de personas, sin calles ni coches, en mitad del desierto y con muros de cristal, pues tampoco está de más aparcar esa visión más etnocentrista, cuando no paleta, que nos caracteriza y abrirnos a la pregunta ¿y si es que sí?
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