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Todos sabíamos que sería uno de nuestros estudiantes porque no paran quietos. Hoy, la cervantina “Tía Fingida” en su retrato de los estudiantes salmantinos, escrito ... con sangre de toro en el Corrillo por la anterior corporación (¡bien!), tendría que incluir este dato si lo hiciera hoy. O sea, que, además de “gente moza, antojadiza, libre, liberal, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de humor”, hoy diríamos que también inquieta en el sentido viajero del término, animada, a mayores, por compañeros que viven aquí y allá, poniendo más fácil el desplazamiento. Los llamados “erasmus”, de los que tenemos un contingente de envergadura en Salamanca, que nos traen de vez en cuando a los suyos. Y así estamos. Y esto no hay guardia que lo pare, ni tampoco el toro del Puente Romano, pues el famoso verraco venía a marcar una linde que afectaba a los estudiantes: “los dones, el toro de la Puente los quita y los pone”. En él comenzaba y terminaba el tratamiento de don si uno entraba o salía, respectivamente, de Salamanca. Como resultado de todo ello, ahí tenemos a una pobre alavesa con su coronavirus, en pijama, bata y zapatillas, aislada y sin más enlace con el mundo exterior que el móvil, es decir, mensaje para arriba y para abajo durante quince días. Pero esto ya sabíamos que iba a pasar y seguro que vuelve a ocurrir a pesar de las mascarillas -he contado seis: dos nacionales y cuatro orientales- el rechazar besos y manos (ojo a esto, que se impone) y demás medidas, porque es muy difícil controlarlo todo: siempre quedará alguna fuga. Personalmente, tengo mucha fe en la ciencia, en la medicina, y en que otras veces ya estuvimos sentados al borde del precipicio y no caímos. Dicho lo cual, ya vamos atesorando muchas papeletas para que un día no sea susto sino algo más gordo.

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lagacetadesalamanca Y además, inquieta