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Todos sabíamos que sería uno de nuestros estudiantes porque no paran quietos. Hoy, la cervantina “Tía Fingida” en su retrato de los estudiantes salmantinos, escrito ... con sangre de toro en el Corrillo por la anterior corporación (¡bien!), tendría que incluir este dato si lo hiciera hoy. O sea, que, además de “gente moza, antojadiza, libre, liberal, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de humor”, hoy diríamos que también inquieta en el sentido viajero del término, animada, a mayores, por compañeros que viven aquí y allá, poniendo más fácil el desplazamiento. Los llamados “erasmus”, de los que tenemos un contingente de envergadura en Salamanca, que nos traen de vez en cuando a los suyos. Y así estamos. Y esto no hay guardia que lo pare, ni tampoco el toro del Puente Romano, pues el famoso verraco venía a marcar una linde que afectaba a los estudiantes: “los dones, el toro de la Puente los quita y los pone”. En él comenzaba y terminaba el tratamiento de don si uno entraba o salía, respectivamente, de Salamanca. Como resultado de todo ello, ahí tenemos a una pobre alavesa con su coronavirus, en pijama, bata y zapatillas, aislada y sin más enlace con el mundo exterior que el móvil, es decir, mensaje para arriba y para abajo durante quince días. Pero esto ya sabíamos que iba a pasar y seguro que vuelve a ocurrir a pesar de las mascarillas -he contado seis: dos nacionales y cuatro orientales- el rechazar besos y manos (ojo a esto, que se impone) y demás medidas, porque es muy difícil controlarlo todo: siempre quedará alguna fuga. Personalmente, tengo mucha fe en la ciencia, en la medicina, y en que otras veces ya estuvimos sentados al borde del precipicio y no caímos. Dicho lo cual, ya vamos atesorando muchas papeletas para que un día no sea susto sino algo más gordo.
Por las mismas aulas que nuestra contagiada anduvo a finales del XIX Eloy Bullón Fernández, que tuvo calle en Salamanca y la perdió. Hoy se llama de Bermejeros, que era la denominación clásica, que después de unos años como Eloy Bullón en 1980 la recuperó de nuevo. Era don Eloy un tipo inteligente: escritor, archivero, catedrático, historiador de la Filosofía y político (fue diputado por Sequeros y alto cargo educativo con Primo de Rivera), o sea, muy conservador, siendo algún tiempo, además, gobernador civil de Madrid. Había nacido en Salamanca en 1879 y se murió un 4 de marzo de 1975 en Madrid sospechando que a Franco le quedaban dos telediarios y tres “partes” de radio. Podríamos haber sido más generosos con su figura en lugar de tan rácanos, pero... En el Diccionario Biográfico de la web de la Academia de la Historia encontrará una amplia biografía tras la cual no me extrañaría que anduviese el profesor Ángel Cabo Alonso. Por fechas conoció bien a Unamuno, que vuelve a ser materia documental de Manuel Menchón, que el otro día me tranquilizó sobre el documental que prepara: va a ir mucho más allá del Paraninfo y aquel 12 de octubre para ofrecer una visión nueva de don Miguel y con documentos y fuentes inéditas. Y si Manuel lo dice, créalo. Es así.
Si le sirve de consuelo a nuestra estudiante contagiada, hace malo. Malísimo. Dice el refrán que marzo puede ser frío como enero y loco como febrero, pues lo ha calcado por ahora. Y además, compañera, estamos en Cuaresma: uno le quita las piernas a la cuaresmera de Miguel Figuerola, del Museo del Comercio, pensando en la Pascua, y tu tachas días del calendario pensando en el alta tras tu cuarentena. En tu caso no son cuarenta días. Menos mal. Suerte.
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