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La periodista Lola Galán nos informaba el domingo pasado de que varias editoriales norteamericanas, antes de cualquier lanzamiento de un libro y temiendo que la ... obra acabe destrozada en las redes sociales, han decidido reclamar los servicios de los sensitivity readers (lectores con sensibilidad). Son personas que revisan los textos buscando cualquier cosa que pueda herir la sensibilidad de determinados colectivos que, entre otras cosas, se dedican a censurar y perseguir a quienes no piensan como ellos.
El sello Salt & Sage Books, por ejemplo, aporta un amplio muestrario de especialistas con sus fotografías y sus currículos. Lo sensible va desde la sexualidad -“no binaria” o “transgénero”- al “dolor crónico”, pasando por “depresión”, “desórdenes alimentarios”, “violación y abusos sexuales” o “infertilidad”.
Por ahora, este modelo censor aún no se ha implantado en España, pero me temo que ya está al caer, empezando por el carnaval de Cádiz. Juan Díez, de la editorial Penguin Random House, asegura que la firma tiene muy en cuenta la sensibilidad de los lectores. “Es responsabilidad de nuestros editores valorar las necesidades que requieren los lectores”. Y añade: “No podemos evitar los temas potencialmente perturbadores en nuestros libros justamente porque creemos que solo así pueden contribuir a crear un debate público de calidad en torno a ellos”.
Lola Galán recordaba que la escritora Jeanine Cummins, nacida en España de padre puertorriqueño, sufrió un verdadero linchamiento en las redes sociales a cuenta de su novela American Dirt (Tierra americana), publicada en 2020.
Ante las protestas de los mexicanos instalados en los EE.UU., que veían en la novela un retrato caricaturesco de México y un caso flagrante de apropiación cultural, la editorial se vio obligada a anular la campaña de promoción, aunque, para decirlo todo, la novela se vendió como rosquillas. Y es que las minorías censoras son eso, minorías, y como tales deberían ser tratadas.
Vamos de mal en peor, y no es de extrañar que Albert Boadella haya declarado que se han creado toda una serie de tabús. “Muchos más que en el franquismo. Entonces había cuatro tabúes, pero ahora en cuanto tocas cualquier cosa se monta la de Dios, te crucifican en las redes y te conviertes en un ser asocial en 24 horas”.
Querido Albert, haz como yo y no hagas ningún caso a lo que se diga en las redes, que son, en gran medida, un estercolero.
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