Vuelta al ruedo sin entusiasmo

De los invitados estelares es mejor no nombrar a algunos, más cuando la actual dirección de Génova ha renegado de la corrupción como si no fuera con ellos. El expresidente francés Nicolás Sarkozy ya había sido condenado cuando intervino en la convención itinerante y al día siguiente se conoció la segunda condena por financiación ilegal de su partido. Sin más comentarios. Aznar parecía sacado de un teatro de guiñol, sin apenas gesticular dijo la perogrullada del siglo: “Vas a ser presidente del Gobierno y además lo vas a hacer bien”. El mentor de Casado se ha convertido en un jarrón chino, que lo que hace es estorbar. A Casado, con o sin su participación, le montaron un espectáculo en Valencia digno de otros tiempos, aunque sea de glorioso pasado y mirar para atrás nunca ha conducido a nada. Como dice el viejo y sabio refrán: “Mirar para atrás ni para tomar impulso”.

El presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el único “barón” que puede presumir de gobernar con la tranquilidad de una mayoría absoluta, la cuarta consecutiva, se esforzaba el lunes en una televisión nacional por convencer a la audiencia de que de Valencia ha salido un partido unido e ilusionado, aunque reconocía que queda mucho por hacer para que Pablo Casado llegue a La Moncloa dentro de dos años o cuando el presidente más nefasto de la historia reciente, Pedro Sánchez, lo decida. Él afirmaba sin complejos que para llegar a ese objetivo faltan equipos, programas... Leyendo entre líneas a una de las voces autorizadas dentro del PP, se puede concluir que los baños de masas, aunque sean en un lugar tan significativo para el centro-derecha, no solucionan los desaguisados que ha protagonizado el equipo de Casado en las entrañas del partido.

El carajal de Madrid fue obra y milagro del equipo más próximo a Pablo Casado, que además de dividir a los afiliados en Madrid para desgastar a la que supuestamente podría disputarle el puesto al líder nacional porque ha sabido despertar la ilusión entre los votantes, también ha pretendido desgastarla enfrentándola al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que, por cierto, recibió el aplauso más sincero y sonoro del auditorio valenciano.

También en Salamanca han provocado una división interna que nadie entiende ni es comprensible en una organización que ha cosechado los mejores resultados de España. Pero en el pecado llevarán la penitencia si el general secretario, Teodoro García Egea, que auspició la conspiración y escuchó a los que pretendieron ascender puestos bajo el pretexto de una mentira, como es la renovación o el supuesto apoyo a Pablo Casado en las primarias para relevar a Mariano Rajoy, no corta de raíz el enfrentamiento.

El general secretario aseguró antes del verano, en una junta directiva regional celebrada en Valladolid, que quería congresos de unidad, por entonces solo quedaban el de Soria, que ya se celebró, y el de Salamanca, que ni siquiera tiene fecha porque Teodoro García Egea continúa sin apagar la mecha que él mismo encendió y que ha provocado la mayor crisis que se recuerda desde el año 1993, cuando Julián Lanzarote tomó las riendas del Partido Popular.

Si García Egea no reacciona y desactiva la bomba que ha tirado en Salamanca, es probable que la onda expansiva alcance al mismísimo candidato a la Presidencia del Gobierno, el popular Pablo Casado.

Creo que ya tiene la suficiente experiencia para haberse dado cuenta de que solo con los afiliados no se ganan unas elecciones y que los votantes si hay algo que no perdonan son las luchas fratricidas en el interior de los partidos.