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El primer gobierno de España fruto del acuerdo entre el PP y Vox pasará en los próximos meses la prueba del algodón. O calará la ... demonización que hacen las izquierdas, que pintan a los de Abascal como el demonio con rabo, o acabarán asumiendo Pedro Sánchez y sus socios que es un partido tan democrático, al menos, como Podemos.
El presidente del Gobierno cree que puede sacar rédito político con la cantinela esa de que viene el lobo, es decir, nos quieren meter miedo en el cuerpo como cuando éramos unos mocosos con Vox. Pero el cuento terminará si los de Abascal no cometen errores de bulto -pecadillos ya han cometido con algún nombramiento que les puede resultar rana y algunas utopías que ellos saben que no podrán cumplir- y el PP trata de normalizar un acuerdo, el de Castilla y León, que se extenderá a ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas. No porque lo quiera Feijóo, sino porque es lo que quieren los españoles, que en este país deciden libremente en las urnas. Los números son los números y el PSOE ha negado el pan y la sal al PP para arrinconarlo, para hacerle un cordón sanitario y así gobernar las izquierdas hasta el fin de los tiempos.
Mañueco con el primero que se reunió fue con el socialista Luis Tudanca y nada más sentarse a hablar, el sempiterno perdedor llamó corrupto al entonces candidato “popular”. Lógico que abandonara la reunión a los quince minutos, porque que yo sepa el presidente de la Junta no está condenado por ningún caso de corrupción. Si el PP entrara en el tú más, le podría haber recordado al líder socialista que Filesa fue el mayor escándalo de corrupción de un partido político. El PSOE no fue condenado en 1991 porque entonces no existía el delito tipificado como “financiación irregular” de los partidos políticos. Fue en una modificación posterior del código penal la que lo contempló. Pero de haber existido ese delito ahora figuraría como el primer partido condenado, porque la sentencia del Tribunal Supremo acreditó que el Partido Socialista se había financiado irregularmente a través de un conglomerado de empresas -Time Export, Filesa o Malesa- que se constituyeron con la finalidad de financiar al PSOE.
El insulto fue una excusa que buscó Tudanca, delegado de Sánchez en Castilla y León, para no llegar a ningún tipo de acuerdo con el Partido Popular. Si tan malo es Vox para España y para los españoles, lo que tendría que haber hecho el señor Luis Tudanca es haber prestado sus escaños gratis para la investidura de Alfonso Fernández Mañueco, como hizo el PP de Antonio Basagoiti en 2009 al prestar los trece escaños populares para hacer lehendakari al socialista Patxi López sin los votos de indeseables batasunos. Esos gestos de patriotismo y de anteponer los intereses de los ciudadanos por encima de los del partido no se han visto en el PSOE de Luis Tudanca, que bastante tiene con dar la cara por Pedro Sánchez echado en los brazos de independentistas, proetarras y comunistas.
En el PSOE han hecho un argumentario político, que repiten como un mantra desde el domingo, cuando la extrema derecha de Marine Le Pen fue la segunda fuerza más votada y se medirá en segunda vuelta con Macron. Los socialistas comparan y contraponen lo ocurrido en Francia, donde todas las fuerzas políticas se unirán para acorralar a la extrema derecha, con el pacto de Vox y el PP en Castilla y León. Creen que demonizando el acuerdo pueden sacar mayor rédito electoral y movilizar a todas las izquierdas, incluidos los comunistas, erradicados prácticamente de la Europa occidental, a los que Pedro Sánchez se sigue abrazando como a una tabla de salvación.
En unos meses se podrá examinar a Vox por sus actos y no por sus palabras, muchas meras utopías que saben que nunca podrán cumplir. Ahora le toca bajar de las musas al teatro para que el PSOE se canse de pintar a los verdes como demonios de la democracia.
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