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Huele a vacaciones. Las repúblicas, gobernaciones, pupilajes, colegios o residencias se despueblan de estudiantes. Las aulas están prácticamente vacías y en las bibliotecas ya no ... es imposible encontrar mesa. Las nuevas diligencias salen cargadas de pupilos del Estudio con sus equipajes rodantes: algunos de ellos no regresarán nunca o tardarán en hacerlo; llevan su título de egresado bajo el brazo y mil incertidumbres en la cabeza; también recuerdos, muchos recuerdos, como para llenar una memoria de abundantes Teras. Al salir de Salamanca y dejar atrás el toro de la puente y su jurisdicción perderán los dones, de acuerdo al clásico “los dones, el toro de la puente los quita y los pone”. En unos días, andar por el Campus Miguel de Unamuno será como hacerlo por Chernobyl, y eso que los extranjeros llenarán algo la soledad del verano universitario, que acentúa esa sensación notable de que Salamanca pertenece a la España vacía y vaciada. Les tendremos pendientes cuando Garufa Teatro represente en las nuevas “Noches del Fonseca” su “Siempre pícaros”, dirigida por José Antonio Sayagués y escrita por López Antuñano, que habrá encontrado literatura abundante para inspirarse, desde Francisco Rojas Zorrilla, también presente en las nuevas “Noches”, a la propia Pardo Bazán, que confesó cuánto le hubiese gustado ser sopista, con su cuchara al cinto y su desparpajo para el trinque y el engaño. Ay, doña Emilia, no era oro todo lo que relucía, que los pobres comían de sobras y a veces sólo brevas, higos o aceitunas, y usted tenía un buen saque y una espléndida mano para la cocina. De los sopistas, reyes de la sopa boba y el bodrio, salieron los tunos, cuyas canciones pondrán banda sonora a muchas noches de Plaza Mayor.

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