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Sábado, 19 de febrero 2022, 04:00
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COMO cuando explota un polvorín, en cuestión de horas, los máximos responsables del PP han implosionado neciamente el partido llamado a desalojar de la Moncloa ... el pernicioso sanchismo. En una exclusiva digna de su categoría, Carlos Herrera entrevistó ayer por la mañana en la COPE a los dos personajes centrales del drama, Casado y Ayuso, y comparó el destrozo con un jarrón hecho añicos, tratando del pegamento que debía emplear el presidente. Enhorabuena a la COPE y a Herrera. Enhoramala a las almas de cántaro, cabestros, causantes de tal derricia. Tiene mérito dejar consternados, en la orfandad política, en horas veinticuatro, a millones de votantes, setecientos mil militantes y miles de diputados, procuradores, modestos alcaldes y concejales. No hay precedentes. Uno sufrió el desgarro interior de UCD, cada tribu a un partido distinto, y creyó que no volvería a vivir nada parecido. Lo del PP es mucho peor, y más estúpido. Las consecuencias incalculables.
Cuando mi prosa era forajida, hube de escribir con alguna frecuencia sobre “mi querida y torpe derecha”. Ayer Ignacio Camacho en ABC titulaba “Una raya en el agua”, “La derecha maldita”, sosteniendo que “alguien ha preferido derribar el templo de los filisteos (obvia alusión a Casado-Ejea), antes que ceder en el forcejeo por un miserable congreso” (el que Ayuso pide de Madrid). Esa maldición no es nueva. Ricardo de la Cierva ya decía en los ochenta sobre la que llamó derecha múltiple y suicida, “con propensión al desgarramiento interior, a la lucha intestina, al canibalismo”. La obra del historiador se titula expresivamente “La derecha sin remedio”.
Como Marian Vicente se ocupó ayer cumplidamente de Casado, yo quiero desollar a Doroteo, o Teodoro, que significa lo mismo, ¡menudo “don de Dios”! Le persigue el estigma de campeón mundial de lanzamiento de hueso de aceituna. Destituido podría probar con otros de más calibre como el del melocotón, la ciruela, o el albaricoque, huesos que aquí llamamos chochos (no los provocadores “chochos típicos salmantinos” de dulcería). A Teodoro se le dio todo el poder del partido, como secretario general, y Teodoro no tenía categoría para tan importante quehacer. Se ha dedicado a controlar férreamente el partido, y a putear a algunos de sus barones o líderes provinciales. Le gustan los sumisos, lanares, como su fiel Casero, el ex alcalde de Trujillo, y ahora diputado del Congreso, que malogró estúpidamente la primera derrota parlamentaria importante de Sánchez, (la Reforma laboral), equivocándose en la votación. Basta ver su retrato para devolverlo empaquetado a Extremadura, por cateto y negligente. Y Teodoro ha enredado en varias provincias, entre ellas Salamanca, dando cuartel al grupo de los llamados “díscolos”, incómodos con la organización y cargos provinciales, que crearon división interna en el momento políticamente más inoportuno. Por fortuna aquello cesó, y Mañueco acaba de ganar las elecciones para Castilla y León, las últimas en que habrá triunfado el PP, que va a llegar a las andaluzas con su organización, y sobre todo su crédito, maltrechos. Todos los analistas coinciden en los dos beneficiarios: El PSOE y VOX. (Sería irresponsable añadir a Ciudadanos, un cadáver mal enterrado, aunque tenga miembros valiosos, como algunos concejales de Salamanca).
El PP ha saltado por los aires y necesita, cuando menos, un nuevo secretario general, cuya principal tarea consista en preparar un Congreso Extraordinario. Me refiero a un Congreso de refundación del partido, hoy políticamente descabezado, descosido y con sus mejores activos, votantes y militantes indignados, y algunos tan valiosos como Cayetana, en las tinieblas exteriores. Siempre que ha llovido ha escampado. El centro derecha sin el PP no existe. Es el de mayor implantación territorial y no es fácil acabar con el. Pero ello exige a sus responsables, lo que atribuyen que dijo Unamuno en 1936 en nuestro Paraninfo, pensar en España.
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