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En estos tiempos tan aburridos e impersonales, en esta Salamanca tan alicaída, conviene recordar a los que lo olvidaron y a los que no lo ... conocieron, pobres criaturas, que hubo una época, no tan lejana, en la que vivir con intensidad no consistía en poner una estúpida frase de Paulo Coelho en Facebook. El mundo, y con él Salamanca, se movía por deseos de conocer, crear y vivir, lejos de la filosofía “low cost” que hoy se ha adueñado de todo, incluidos los paraísos, los terrenales y los personales, de ahí la marabunta que nos invade, y el turismo de masas con mortadela es el mejor ejemplo.
Lejos quedaron los tiempos de las sorpresas, la naturalidad, lo único... lo nuevo... y recuerdo lo nuevo con añoranza, porque hoy nada es nuevo, nada nos sabe a nuevo. Recorrer no ya el mundo, sino nuestra propia ciudad, nuestro entorno más cercano, era una aventura llena de novedades en la que los más valientes aportaban su genialidad, más vestida de altruismo que de vanidad, justo lo contrario de nuestro presente, borracho de presunción. Y no es lo peor, sino que aquí y ahora cualquier tonto-a-las-tres salta al escenario para reclamar sus quince minutos de fama con más de lo mismo. O con menos.
Hace no mucho, un buen amigo —que sabe de qué hablamos cuando hablamos de Salamanca—, recordaba la cocina de “Chez Víctor”, y al propio Victor Salvador claro... El mejor restaurante que un mal día cerró sus puertas y a nadie pareció importarle... Como la obra de Chus Gil-Cacho, un genio de qué... ¿cómo llamarlo hoy, de la arquitectura, del interiorismo, del diseño, de la hostelería...? Chus puso Salamanca en la modernidad con unos locales únicos (El Puerto de Chus, Cantina, Santa Bárbara y tantos otros), y cuyo testigo recogió Ángel Bajo, autor de notables locales como el “Haddock” o “Casa Paca”. Víctor, Chus, o Ángel, tres nombres de tantos perdidos; gente en definitiva nunca reconocida, pues Salamanca, en su mejor tradición, no paga genialidades ni paga a quienes osan intentar sacar a la ciudad de su sopor con chutes de aire fresco. ¡Por la mortadela!
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