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Sí, pero ¿a qué tren?, eso nos preguntamos desde la marginal y marginada Salamanca, que sigue siendo una isla de comunicación en el conjunto de ... España. Porque trenes haberlos haylos, pero no los suficientes ni en los horarios más adecuados. El resultado de esta situación, denunciada hasta la saciedad desde estas mismas páginas y en la totalidad de los medios e instituciones salmantinas, no puede ser más negativo.
El ferrocarril siempre fue sinónimo de crecimiento industrial y de desenvolvimiento económico. Hace un par de siglos las gentes se asombraban ante lo que suponía la máquina de vapor y su aplicación a las locomotoras. En un principio, los muy conservadores se oponían, en tanto que los liberales se mostraban partidarios del invento. Los grandes avances de la Europa Occidental a mediados del XIX se deben al desarrollo del ferrocarril, instrumento de progreso imprescindible para la llamada Revolución Industrial. Las primeras líneas ferroviarias a partir de 1830 trajeron consigo creación de riqueza y grandes desplazamientos poblacionales hacia las zonas de mayor absorción de mano de obra.
Como consecuencia de ello, los mercados se expandieron, las ciudades crecieron, los bienes circularon con mayor rapidez en comparación con la lentitud de las vías fluviales. Además, la demanda de carbón y acero impulsó la industria pesada. Regiones distantes, pero económicamente muy activas, se conectaron en beneficio mutuo impulsando así el espíritu empresarial, el crecimiento de los núcleos urbanos y el aprovechamiento generalizado de recursos. El sistema postal se hizo más rápido, los suministros se aseguraron y abarataron; los periódicos llegaban antes a sus destinos y las gentes se podían desplazar fácilmente en busca de nuevos asentamientos donde encontrar un puesto de trabajo.
Ya en Doña Perfecta, de Galdós, se leía: “¡Oh ferrocarril del Norte, venturoso escape hacia el mundo europeo, divina brecha para la civilización!”. Ahora el tren ya no es un símbolo. Su relevancia va más allá de los meros conceptos de ciencia, industria, capital y nivel de vida. Los análisis econométricos demuestran que un menor acceso al ferrocarril reduce el crecimiento de la población y merma el empleo. Además, es un medio eficiente y poco contaminante.
Todos los sectores productivos (agrícolas, ganaderos, textiles, industriales, servicios, turismo, etc.) se vieron beneficiados gracias a la circulación de trenes por la vasta geografía española, aunque el predominio de una distribución radial no siempre resultó la más apropiada. Aún hoy lamentamos en esta región la tan injustificada como caprichosa pérdida del Ruta de la Plata.
Salamanca necesita más y mejores trenes. No queremos que nuestra ciudad sea furgón de cola en el presente. Y tampoco apeadero de la historia en el futuro.
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