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Hace más de treinta años fue muy popular “Antología del disparate”, un librito escrito por un profesor de Bachillerato, Luis Díez Jiménez, que recogía las ... respuestas más tremebundas de los alumnos en exámenes y reválidas. Hoy, de la anécdota jocosa (“¿quién inventó el pararrayos?: Frankenstein”) hemos pasado a la normalidad absoluta del disparate, del friqui, y así España entera se ha convertido en un puro despropósito más allá de la barbaridad puntual de un bachiller. Hoy los bárbaros ya han traspasado los escaños del Parlamento, hura de tanto incapaz, y se sientan tan ricamente en el Consejo de Ministros para manejar como pilotos suicidas nuestro país. Y hasta presumen ante la España complacida, pues enojarse, indignarse, escandalizarse, también es de fachas.
Porque me enoja, me indigna, me escandaliza el reciente viajecito de la ministra de Igualdad, Irene Montero, con su pandilla de amigas a Washington DC y Nueva York en el famoso “Falcon”, y cuya agenda “oficial” me da la risa... y me enoja, me indigna, me escandaliza. No es el gasto desmesurado, el uso inapropiado del avión oficial para tan tonto viaje, o lo ridículo de las fotos de la “pandi” por Manhattan, lo que me salta los plomos de la vergüenza ajena es la falta de cordura nacional y, como decía, la normalidad absoluta que muestra España ante el disparate.
Nos hemos acostumbrado con rapidez e indolencia al absurdo, a la corrupción natural, a lo hortera como opción y de este modo alcanzar una sociedad moralmente ácrata y vacía, sin alma, sin sentidos, sin intelecto, donde todo es posible en nombre de un respeto de fachada y una igualdad profanada.
Cuatro niñatas haciéndose selfis en el corazón del Imperio no sólo ofenden a la inteligencia, sino que atentan contra el mínimo respeto que deben tener los políticos (y sus aduladores) para con la ciudadanía. Y todo bajo el paraguas feminista que, a estas alturas de manoseo, ya uno no sabe ni lo que es, si el universo femenino o la búsqueda de una colonia de dinosaurios en el Darién.
O un paseo por Manhattan a gastos pagados para que los “outfits” de Irene, Isa, Pam y Lidia hagan juego con las barras y estrellas de la bandera americana. Y viniendo de esta pandilla me enoja, me indigna y me escandaliza, pues no sé dónde puede estar el límite del descaro y la desvergüenza de una izquierda engolada que muere matando.
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