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Nos gusta el jazz, música equivalente al novio que nunca querrías para tu hija, dijo Duke Ellington. Llenamos festivales y conciertos, y arrastramos con ... pena el cierre de “El Corrillo”, que era la cueva de los seguidores del género y del blues. Fernando Viñals, nuestro jazzman más reconocido, llenó anoche el patio del DA2, que parece hecho más para el “Rock de la Cárcel” que para la música de Parker, Rollings, Monk, Davis y compañía, como una prueba más de esa devoción. Tenemos por la ciudad artistas que han sabido fusionar el jazz con nuestras cosas, como Daniel García, Chema Corvo, Aarón Salazar o los “Entavía”, mientras otros se mantienen fieles a las esencias, como Alejandro Lucas o la gente de “Elements”, incluso esa joya de nuestra música que es la Big Band de la Universidad de Salamanca: su voz solista es el viaje más seguro en el tiempo, como lo son “Couleur Jazz Quartet” y la siempre fantástica Victoria Mesonero, “No cantes Victoria”, soulwoman, “Aretha” salmantina, cuya música es, directamente, adictiva. A la gran Sheila Blanco la he escuchado interpretar a las grandes voces femeninas del blues y te deja clavado a la silla.

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