¡Vaya carajal!

El mayor responsable de las penosas imágenes que se vieron el sábado por la noche tras expirar el estado de alarma fue, sin duda, Pedro Sánchez. Ha sido incapaz en casi un año y medio de pandemia de hacer una ley que dé cobertura legal a las restricciones cuando sean necesarias y para que no se utilice un mecanismo de excepción, como es el estado de alarma, como lo ha hecho este presidente del Gobierno para eludir el control en el Parlamento.

El presidente más inútil de la democracia decretó un estado de alarma en lugar de adaptar algunas de las leyes sanitarias existentes o hacer una ex profeso para combatir la pandemia con la intención de vacacionar durante más de seis meses sin tener que dar muchas explicaciones sobre el abuso de los decretos leyes.

Madrid ha elegido libertad, pero no solo porque Ayuso haya permitido abrir la hostelería. La mayoría de los madrileños han valorado eso, pero además se han puesto sobre alerta de lo que supondría dejar la capital de España, un lugar donde nadie es extraño, en manos del social-comunismo que es sinónimo de intromisión en la vida ajena en todos los aspectos. Los madrileños se han negado a verse reflejados en la Venezuela con Pedro y Pablo como grandes aliados.

Los socialistas están rabiosos y atribuyen la jetada de Sánchez al PP, que no tiene la culpa del despropósito judicial que ha provocado al eludir cualquier responsabilidad sobre la pandemia. Pero, como más vale una poltrona caliente, ya han salido unos cuantos palmeros de los suyos para encontrar culpables del desmadre del sábado. Es cierto que para controlar un botellón no es necesario un estado de alarma, pero los menajes que ha mandado el presidente del Gobierno invitaban a los jóvenes al desenfreno.

En Sevilla han llegado a culpar a Ayuso del toro que mató a Monolete y del “botellódromo fiestero” y eso que el Ayuntamiento de la capital andaluza lo preside un socialista, señalado digitalmente por Sánchez para reemplazar a Susana Díaz.

En Valladolid la culpa de la juerga pandémica la tuvo también el PP, aunque el alcalde pucelano sea el “bocachanclas” del socialista Óscar Puente.

En Salamanca se ha librado Carlos Carbayo por los pelos. El secretario general de los socialistas salmantinos, Fernando Pablos, ha salido apuntando al tándem Igea-Mañueco de la orgía organizada en la Plaza Mayor. ¡Mira que habrá cosas para recriminar al presidente y al vicepresidente de la Junta, pero eso precisamente solo tiene un responsable: Pedro Sánchez!

Pablos debe de estar a punto de cambiar de bando y volver al “susanismo” que abandonó cuando Sánchez, contra todo pronóstico, volvió a la secretaría general del PSOE y gobernó con todas las ovejas negras del panorama político español, pero mientras tanto hace méritos por si acaso el pulso entre la andaluza y el inquilino de La Moncloa no cuaja.

A Pablos no le va a pasar como a Joaquín Leguina y Nicolás Redondo. No le abrirán expediente disciplinario porque siempre estará el primero con el que mande. Sin reproches. Sin acritud.

La autocrítica es necesaria de vez en cuando y el PSOE debería pensar que lo de Madrid es un aviso a navegantes y que lavarse las manos ante una crisis sanitaria, económica y social como la que estamos viviendo, pasa factura, por mucho que el resto de gobiernos de otro signo político al del PSOE no hayan acertado muchas veces o hayan metido la pata otras tantas.

Fernando Pablos dispone de una dilatada experiencia en política y debería pensar que si lleva tantos años en la oposición, tal vez no sea porque los electores se equivoquen.