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Están de enhorabuena nuestros escritores noir con la tesis de Manuel Manchón de que la muerte de Miguel de Unamuno no fue natural ... ni que la presencia del falangista y profesor de la Escuela de Comercio de Salamanca Bartolomé Aragón en ese momento en la casa de Bordadores era casual. Aragón fue, al parecer, un tipo sanguinario y quizá fue él quien eliminó a un ciudadano incómodo para el nuevo régimen, como demostró en el Paraninfo. Un asesinato por encargo, a sueldo, cuyas pruebas se eliminaron apresurando el funeral del escritor, enterrado sin autopsia y rodeado de falangistas, quizás para alejar sospechas. No está por la tesis el biógrafo de Aragón, Antonio Heredia. Tengo enorme curiosidad por ver el documental de Manuel Manchón, que verán en la Seminci y se estrena en las salas a mediados de noviembre. Una Seminci salmantina, también, por la presencia estelar de nuestras Isabel Coixet y Charo López. Algunos dirán que la tesis del asesinato de Unamuno es teoría de la conspiración, y puede que tengan razón, pero a base de juicios reales y películas jurídicas he aprendido la importancia de los indicios racionales y al final puede que a don Miguel se lo quitaran de en medio, o más bien lo remataran, pues lo tenían confinado en casa. Como digo, tengo una curiosidad enorme por ver el documental, pero también por conocer cómo Manchón fue dando forma a su tesis, porque hay documentos detrás de ella. No hablamos de una obra de ficción. Y en todo caso, inspira a recrearla en forma de novela negra, género siempre de actualidad, que encuentra en los tribunales y la historia una inagotable fuente de conocimiento.
En aquellos días del probable (o no) asesinato de Unamuno, Salamanca vivía bajo el toque de queda impuesto por el golpe y la Guerra Civil. De noche sólo los “lobos” andaban por las calles, lo cual también es muy negro e inspiró a Arturo Pérez-Reverte. Hoy volvemos a estar bajo el toque de queda, impuesto esta vez por la dichosa pandemia. Un nuevo estado civil después de haber recorrido estados de alarma, confinamientos internos y perimetrales, fases, desescaladas y estados de nueva normalidad. Ya veremos si no vivimos en bucle e igual que regresan los pantalones de campana y los chaquetones militares vuelven estados que creíamos superados, incluido el de sitio, que nos queda. Hay regresos poco deseados. No es el caso del de Trinidad Ardura, escritora afincada en Salamanca, de la que no tenía noticias desde hacía tiempo, la echaba de menos, y ahora ha presentado libro de entrevistas, algunas con bastantes años. Lo ha hecho en la víspera del inicio de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, que este año es virtual, como casi todo. De todas formas, hay librerías de antiguo y de ocasión en nuestras calles donde matar el gusanillo que solía crecer por estas fechas viendo las casetas de lance en la Plaza Mayor. También los libros, es especial los antiguos, han inspirado novelas criminales.
Mientras escuchaba el maravilloso concierto del viernes en San Esteban, con su acústica solemne y su eco unamuniano, pensaba en cómo celebrar como ciudad el final de la pandemia. Personalmente iría pensando en ello para no hacerlo en otras cosas y no dejarlo para la víspera. Creemos una comisión, un buzón de sugerencias y empecemos. Vivimos tan abducidos por la actualidad pandémica que no somos capaces de celebrar que la cultura sigue ahí: teatro en el Liceo, música en el Caem y San Esteban, títeres en la “Torrente”, danza en la Casa de las Conchas, libros y exposiciones... No como antes, pero menos es nada. Gracias a quienes lo hacen posible.
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