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Lo obvio es que estamos en marzo con sus días más largos y primaverales, con árboles cada vez más florecidos y aceras con más terrazas, ... o fines de semana hasta atrás de visitantes. Entramos en ese tiempo en el que volvemos a descubrir las esculturas urbanas, a las que, en el invierno, que este año no hemos tenido, al menos en serio, ignoramos. Esta semana me encontré con Valeriano Hernández, escultor salmantino, recién llegado de Chile, donde el coronavirus es una rareza europea, por ahora. Allí tienen otros problemas. Ha participado en un encuentro internacional de escultores y ha dejado allá una figura de madera dedicada a Pablo Neruda, un personaje con sus luces y sombras, como las tenía Plácido Domingo al que ahora envuelven las tinieblas y los rechazos. Entre estos, quizá, el de la Universidad de Salamanca, que se lo está pensando. Está, me cuenta, con la idea de un parque escultórico en Salamanca. Los antiguos escolares del Fonseca paseaban y hablaban observados por los virtuosos esculpidos en los medallones, así que un parque escultórico puede ser evocador y al mismo tiempo inquietante o intimidante, como algunas acciones del cantante, según sus denunciantes femeninas. Santa Teresa está en el punto de mira del escultor. Una mujer tallada en lo espiritual y esculpida por grandes firmas: ahora será protagonista de un simposio allá por septiembre. Así que este hombre no para.

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lagacetadesalamanca Una vida escondida