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Es buena noticia que la pandemia no detenga todo. Esta semana se entregó el Premio de Poesía Reina Sofía al poeta que más y mejor ... ha cantado a su Chile del alma, Raúl Zurita. La entrega no tuvo la brillantez de otras ediciones –nada lo tiene este año—pero sí la suficiente solemnidad. Estuvo la reina emérita, Sofía, que lucía un broche con una hoja de laurel, algo muy destacado por “Vanity Fair”, que se fija mucho en estas cosas. El laurel clásico que se otorgaba a los mejores y que es, también, el símbolo de la poesía. Doña Sofía es griega así que dejó clara la intención al lucirlo esa tarde. El laurel es también una de las tres plantas universitarias históricas, además de la secuoya de Federico de Onís y Onís, árbol que que cumple 150 años, según acaba de recordarnos la propia Universidad de Salamanca, que la tiene en el claustro de su Edificio Histórico desde hace esos años, apuntando al cielo en competencia con la Escalera Universitaria en el acceso al conocimiento. La tercera planta, claro, es la parra rectoral, que cubre el balcón que mira a la calle Calderón de la Barca, inmortalizada por Miguel de Unamuno en un célebre poema, a quien recordamos el último día del año con una corona de laurel junto a su escultura. Desconozco si la parra tiene descendencia o no –sí que tiene un laurel cerca— pero la secuoya tiene desperdigados hijos por La Alamedilla, Campus Miguel de Unamuno o Parque de los Jesuitas, me han dicho. Me alegra saberlo. Y, sobre todo, le alegrará también a la secuoya que Pablo Beltrán de Heredia y Onís, que fue alcalde de Salamanca y pariente del donante, plantó en la Plaza de Anaya por si acaso, cuando se dijo que la universitaria estaba muy malita. Aquello se recuerda en una placa al pie de la secuoya. Tengo leído que este árbol puede considerarse el ser vivo de mayor tamaño en el Planeta, que su nombre se debe a un jefe indio que inventó el solito un alfabeto y que la secuoya salmantina vino desde Cantalapiedra a donde llegó de América. Vaya. Otra secuoya contemporánea, que residía en Vitoria desde 1860 falleció hace poco. A mí me parece que merece estar en uno de los cuadros que Alfonso Cuñado exhibe en la sala de exposiciones de La Salina.
Una muestra espléndida para ver cuando termine su jornada esta tarde, que es tarde de “Black Friday”. Viernes negro. Da miedo decirlo en estos tiempos de luto permanente. Ahora que Dios tiene de nuevo esa mano que el laureado Maradona hizo suya, espero que nos la eche para pasar el mal trago lo antes posible. Pienso en mis amigos argentinos y sé que lo están pasando mal, como si el “Pelusa” fuese alguien de la familia que se ha ido. Es lo que pasa con los mitos que convertimos en ídolos propios, modelos, que un día desaparecen, nos sentimos huérfanos y si nos hiciesen una radiografía del alma aparecería el hueco. Diego, el “Barrilete Cósmico” era patrimonio de todos los argentinos, desde mi admirado Jorge D´Alessandro a mi querido Claudio Mogilner. Pero nada argentino nos puede ser ajeno. Belgrano, creador de la bandera argentina, estudió en Salamanca. Quino, el padre de Mafalda es hijo adoptivo. Guardo excelentes recueros de aquel restaurante ”Argentino” que tuvimos. Hay una fantástica Casa de Salamanca en Buenos Aires y tenemos acá un barrio de Buenos Aires. Allá Salamanca es una cueva por la fama de la original, supongo... Pues eso, que vaya añito que llevamos. Si algo hay que celebrar esta Navidad es que el 31 de diciembre se acaba.
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