
Tratado de resistencia
Román Álvarez y Román Álvarez
Domingo, 24 de febrero 2019, 12:58
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Román Álvarez y Román Álvarez
Domingo, 24 de febrero 2019, 12:58
La publicación del último libro perpetrado por el presidente del Gobierno al alimón con una “negra” que puso letra a la música del filósofo de ... la Moncloa, me ha destripado la columna que tenía prevista para este domingo. No voy a tratar, pues, de temas de gran calado como la espantada de Silvia Clemente, el medallón de Alfonso IX —¿para cuando?— o el pensamiento político de Böckenförde, por ejemplo. Prefiero abordar finamente el volumen que recoge esa exaltación hagiográfica “ad maiorem Petri gloriam” de la que tanto se habla y de la que tengo la versión electrónica. No voy a tirar mi dinero en basura con pasta dura y forma de libro. Me viene a la mente, eso sí, una sentencia de Oscar Wilde que decía, poco más o menos: existen solo dos reglas para escribir, tener algo que decir y decirlo. ¿Es el caso? Alguien ha dicho que no hay libro tan malo que no sirva para algo. Discrepo. Salvo que sea para reciclaje y pasta de papel.
Supongo que una vez colmadas ciertas ambiciones en la vida, la soberbia se adueña del seso. Y lo malo es que en esas alturas se echa en falta un amigo que aconseje no hacer el ridículo. A la vera del poder anidan untuosos zalameros y aduladores. Creo en las flaquezas humanas, empezando por las mías propias, que son muchas, y por eso me gustaría recomendarle al celebrado autor —de doctor a doctor, de intelectual a intelectual, de hombre a hombre— el cultivo del sentido de la mesura. Me impacta la anécdota del colchón (¿habrá cambiado también el orinal?) y la referencia a quienes duermen en el mismo catre. Pensaba yo que ese refrán aludía a la coyunda fornicatoria, no al campo semántico de la posible transmisión vírica del ideario político de su predecesor en la alcoba.
Lo de san Juan de la Cruz va más allá del lapsus. Intuyo la desolación de Víctor García de la Concha, Jiménez Lozano, Amancio Prada y tantos estudiosos de la poesía mística española. Ni siquiera está bien traducida la célebre frase frayluisiana “dicebamus hesterna die”. Eso en Salamanca duele, porque fray Luis es cosa nuestra. Si de citas del fraile agustino va la cosa, remito a aquella que dice que los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas. Da igual que sean churras o merinas. O si el celebrado autor y la “negra” lo prefieren, parafraseo la de Groucho: es mejor estar callado y parecer tonto que escribir y despejar las dudas.
No quiero hacer leña del árbol caído, al menos mientras corte el hacha. Pero cuesta trabajo creer que un grupo editorial tan poderoso no tenga a mano un humilde y malpagado editor o corrector que detecte esos gazapos, porque en una próxima entrega estos mismos autores le atribuirán a san Juan de la Cruz la también célebre frase de “Venceréis, pero no convenceréis”. Y a ver cómo lo explica la Milá.
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