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Los cambios producidos a lo largo de la historia en la denominación de países y ciudades no son neutrales. Tampoco son asépticos desde el punto ... de vista político, sino que obedecen a circunstancias históricas, no pocas veces enmarcadas en cruentos conflictos.
Una persona octogenaria podía haber nacido en Checoslovaquia, haberse casado en Hungría y morir en Ucrania sin salir del mismo pueblo. Muchas poblaciones en lo que hoy es Bielorrusia, Ucrania, Polonia o Rusia han visto modificados sus nombres según la pertenencia a los cambiantes –y dominantes–poderes políticos. Así, en Polonia la original Katowice fue durante unos años Stalinograd; luego volvió al original.
La ciudad hanseática de Gdansk recuperó su nombre polaco, porque al acabar la guerra todos los nombres alemanes fueron suprimidos. Para nosotros sigue siendo Danzig, de amargos recuerdos bélicos.
Por su parte, en Rusia Petrogrado pasó a ser Leningrado y acabó como San Petersburgo tras el colapso soviético. En Asia, por no mencionar el continente africano, las modificaciones son espectaculares, porque el objetivo ha sido dejar de lado la vieja perspectiva opresora y colonial. Ceilán pasó a ser Sri Lanka y nuestro Bombay de toda la vida ha devenido en Mumbai.
Venecia es Venezia para los italianos, Venedig para los alemanes, Venice para los ingleses. En 2006 el Comité Olímpico sugirió la conveniencia de que en inglés se adoptara el universalmente conocido Torino, nombre, por cierto, de un clásico modelo de Ford, para la ciudad de Turín. Podemos encontrar aspectos curiosos como Livorno. Esta ciudad de la Toscana, con su famoso puerto comercial, fue conocida en español como Liorna, emparentado con el genovés Ligorna. En inglés se conoce como Leghorn, que tiene que ver con el mismo origen y que dio nombre a una famosa raza de gallinas muy ponedoras. En alemán y en español se mantiene el nombre italiano.
Puede que la explicación se encuentre en que los ingleses mantuvieron durante siglos una estrecha relación comercial con esa ciudad y adaptaron el nombre a una ortografía familiar. Los intercambios comerciales con lo que hoy es Alemania eran escasos y se llevaron a cabo a través de los Alpes; de ahí que no se molestaran en modificar la toponimia. Trieste, casi en los Balcanes y parte del imperio Austro-Húngaro, sufrió muchos avatares históricos debido a su posición geográfica. Fue Tergeste en época romana, Triest en alemán, Trst en esloveno. En inglés, en cambio, se mantiene la grafía del topónimo, al igual que en español y otras lenguas.
Los poderes públicos intentan de forma obstinada forzar determinadas alteraciones toponímicas, pero suele pesar mucho la inercia y el hábito de los hablantes. La educación, los medios y las normalizaciones lingüísticas acabarán redondeando la tarea.
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