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El día que vi impresas en un paquete de papel higiénico las instrucciones de uso en cuatro sencillos pasos (con pictogramas ad hoc), ese día ... tuve claro que nuestra sociedad había tocado fondo, al menos en estupidez. De momento, las instrucciones de uso del papel higiénico siguen ahí, lo que me dice también que quizá sean necesarias, no lo sé. No sé nada, y casi mejor así, un tonto más...
No es de extrañar pues que con este nivel de “información”, el país esté prácticamente quebrado y en manos de gente como Yolanda Díaz, todo un ejemplo de los muchos que, como ella, andan sueltos por las más altas esferas del poder, y por supuesto por la calle.
La ministra de Trabajo es el perfecto paradigma de la bajada social a los infiernos iniciada por el maléfico Zapatero y rematada por Pablo Iglesias y compañía. Lo peor nos pasó. La señora Díaz no solo no tiene ni idea del objeto de la cartera que ocupa, como ella misma se ha empeñado en demostrar (recuerden que no sabía qué era un ERTE), sino que se permite el bochornoso lujo de hacer de su papel de ministra toda una pasarela de lucimiento personal y de un descarado afán de medrar. Pero aunque su comportamiento y su infantil manera de expresarse son de dominio públicos, la moza no pierde ocasión para decir una tontería mayor que la anterior, pues lo que busca, como sea, es estar bajo el foco, tener minutos en los telediarios y fotos con zapatos de tacón de aguja, ella, que se doctoró en barricadas y conflicto social y que ha llegado a justificar, ya en el Gobierno, la violencia como parte del derecho a la huelga. Este es el país y las paisanas que tenemos. Vuelve mi frase favorita: y no pasa nada.
La penúltima de esta ministra de la ocurrencia, el ministerio español más activo, ha sido tratar de imponer una cesta básica de la compra, en un intento más de la izquierda de hacernos creer que solo el Estado puede darnos de comer, darnos gasolina, y darnos la vida. La ocurrencia de “topar” los precios de ciertos productos produce, además de risa e indignación, miedo, mucho miedo, pues buscan que nos sintamos unos auténticos miserables, y esta y no otra es la causa en la que está inmersa la izquierda resentida y nostálgica del gulag.
Topar, vaya palabro. Señora ministra, póngase usted misma el tope y deje de hacer el ridículo demostrando que la ignorancia, además de atrevida, no conoce límites ni frenos.
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