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Cada vez me doy más cuenta de que estamos rodeados de tontos. Hay muchos, demasiados. En muchos sitios y a muchas horas. No digo que ... todo el mundo sea tonto, que no lo es. Menos mal. Lo que digo es que los tontos hacen más ruido y destacan más. Por desgracia.
No hace mucho vi cómo ardían unos cuantos contenedores por la zona de la plaza de Julián Sánchez el Charro. Y pensé, ya es casualidad que en dos días se quemen dos contenedores tan cerca. Verás yo no es que sea tonto, es que soy ingenuo. A veces se confunde, pero con lo segundo no hago daño a nadie. Pues no, claro que no, claro que no era una casualidad. Lo que sucede es que algunos tontos estaban siguiendo el nuevo reto viral que consistía en quemar contenedores. Y claro, por muy tonto que seas, quemar un contenedor lleno de papel, no es que sea muy complicado.
Hay que ser muy tonto para querer pasar la tarde haciendo algo que has visto por internet y que no te aporta nada. Internet, ese gran saco donde puedes encontrar lo mejor y lo peor, pero ese es otro tema. Pues eso, que los tontos pensaron que era una gran idea esa de seguir los retos virales.
¿Hay tontos solo en Salamanca? No ¿Eso tiene que consolarnos? Tampoco. Vamos que recuerdo que no hace mucho leí de una chica de diez años que falleció al seguir un reto viral en el que ganaba el que más tiempo estaba sin respirar. Se nos va de las manos, de verdad que se nos va. Pero es que los tontos se superan, van a más, evolucionan. Hace poco dije la frase de “después de la pandemia ya no puede sorprenderme nada”. Error. Mal hecho. Si es que voy provocando. Pues hoy me encuentro con que algún tonto ha decidido cargarse una pantalla digital que el Ayuntamiento acababa de colocar en la avenida Padre Ignacio Ellacuría. Y no, no ha sido con una pedrada, no ha sido con un palo, no ha sido con una patada. Ha sido de un balazo. Tontos armados. No sé a ti, pero a mí, eso me asusta.
Es más una noticia que podríamos ver en el telediario de un pueblo de Wisconsin. Allí sí que hay muchos tontos con armas, pero aquí, en Salamanca, me preocupa mucho más. Porque está más cerquita, claro.
La escalada de tontería va en aumento. Ya no me atrevo a decir que lo he visto todo, por si acaso. Lo único que me consuela, lo único positivo que saco de todo esto, es que no sé qué se les tiene que pasar por la cabeza para hacer cosas así. Si lo supiera, si lo entendiera, yo sería igual de tonto que ellos. Y no. Ingenuo sí, pero tonto no.
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