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Me he pasado media vida escribiendo sobre las carencias y las enormes posibilidades (casi siempre perdidas) de Salamanca, y aportando ideas recogidas aquí y acullá... ... Cosas de Juan Carlos y sus “americanadas”... Al respecto sólo puedo decir que vengo sufriendo en propia piel el mayor de los pecados de Salamanca: la prepotencia del salmantinismo mal entendido. Aún así, quiero tanto a mi tierra que sigo aporreando, como Pedro llamando a Wilma, la puerta del ombligo de una ciudad, de una provincia (y aquí sumo a Zamora) que lo tiene todo y más, que tiene unas posibilidades económicas y culturales infinitas, pero que sigue sin carburar como debería. Demasiados palos de ciego, de sus políticos principalmente (derrochando los fondos públicos en panceta y similares), pero también de su Universidad, de sus empresarios, de los propios salmantinos que no acabamos de entender que tenemos un tesoro, tan valioso que la mayor parte de nuestra juventud no necesitaría irse fuera. Salamanca tiene muchísimo futuro, más que pasado. O debería tenerlo. Y sobre todo Salamanca es un lugar donde es posible ser feliz y disfrutar de una vida placentera, algo al alcance de muy, muy pocos lugares en el planeta.

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lagacetadesalamanca The Barlow, Salamanca