Tenemos Sánchez para rato
Lunes, 7 de septiembre 2020, 05:00
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Lunes, 7 de septiembre 2020, 05:00
Hay que asumirlo con la mayor de las resignaciones y con la más santa de las paciencias. Tenemos Sánchez para rato. Las estancias de los ... palacios de La Moncloa, La Mareta y Las Marismillas van a seguir bastante sobadas por el matrimonio presidencial. A muchos les producirá desolación, pero el panorama no invita a pensar lo contrario. Una de las razones de la previsible perpetuidad de Sánchez hay que buscarla en el primer partido de la oposición. Y digo oposición por decir algo. El PP está desnortado. Sin rumbo. Ha entrado en la peligrosa estancia de la irrelevancia y de ahí es complicado salir a corto plazo, si además el capitán del barco sigue siendo el mismo. La apuesta por la radicalidad con nombre y apellido rimbombante ha resultado ser el mayor de los fracasos. Siempre he defendido a los que en un partido discrepan y se distancian del borreguismo imperante. Pero una cosa es eso y otra bien diferente ir a tu aire y practicar día y noche la deslealtad. Casado se equivocó fichando a Cayetana y ella también aceptando unas condiciones que no iba a poder cumplir. Pero lo más nocivo de todo fue perder el centro buscando no se sabe qué. Ataviarse de ideas rancias ya superadas que están sobradamente representadas por Vox. El PP ha triunfado cuando ha abrazo la moderación. Ocurrió en el pasado y seguirá siendo igual en el futuro. Por eso el ciudadano recibe mejor las propuestas de Mañueco que las de Ayuso. Las de Almeida que las de la ‘uva pasa’ de Iturgaiz. Las de Feijóo que las de Casado. Con Ciudadanos al borde de la desaparición y Vox haciéndose fuerte en su reducto de Don Pelayo y los Reyes Católicos, al PP no le queda otra que moderar su discurso. Lo tiene más fácil que nunca, porque jamás se ha tenido que enfrentar a un Gobierno tan extremista. La estrategia está meridianamente clara, pero Casado no se entera o no quiere enterarse. Lo malo es que tendrá que sufrir una severa derrota electoral para que despierte o se marche a su casa.
Los que sueñan con la caída de Sánchez argumentan que la cohabitación con Podemos es insoportable. Algunos medios apuntaban esta pasada semana que el presidente del Gobierno ya piensa en quitarse de en medio al ‘podemita’ y lograr un acuerdo de mínimos con Casado para sacar adelante los presupuestos. No me lo creo. Socialistas y comunistas se están comportando como auténticas hienas. Pero antes de dejar la poltrona son capaces de comerse hasta los hígados. Lo hemos visto estos días con la polémica de las bajas para padres con niños en cuarentena, el ingreso mínimo vital o, sin ir más lejos, con la fusión de Bankia y Caixabank. A estas alturas todo el mundo sabe que unos no se fían de los otros. Y los que salimos perdiendo somos, como siempre, los españoles.
Lo que resulta bochornoso es el que el presidente del Gobierno presuma de mano tendida cuando la tiene totalmente esposada a la muñeca de Iglesias. Inés Arrimadas se equivoca por entrar en este juego. No tiene absolutamente nada que ganar. Su objetivo es apuntarse el tanto de la ruptura del ‘matrimonio’ Sánchez-Iglesias. Una jugada maestra si saliera bien, pero que por desgracia tiene nulas opciones de éxito.
Se avecina marejada porque las cuentas no van a salir. Ya no están saliendo de hecho y eso que todavía estamos inmersos en esta pesadilla del coronavirus que durará al menos un año más. No hay dinero para todo y además la crisis va a coincidir con el peor Gobierno posible. Un Ejecutivo que no va a meter la tijera al pantagruélico Estado de las Autonomías ni va a reducir ministerios ni altos cargos. Solo queda la vía de la subida de impuestos. Cierto es que los que más tienen van a tener que arrimar el hombro, no queda otra. Pero en el momento en que el peso impositivo caiga sobre las clases medias y autónomos, que se preparen para una auténtica revolución popular. Lo más triste es que con revolución, con hienas en el Gobierno, con las arcas mermadas, con Bruselas metiendo presión y con el coronavirus jodiéndonos la existencia, tenemos Sánchez para rato. Siempre nos quedará Portugal.
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