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Marruecos a España, Croacia a Brasil y Argentina a Países Bajos. De las cuatro selecciones semifinalistas, tan solo Francia se ganó su plaza, sin superar ... por el camino alguna tanda de penaltis aunque también hay que decir que puede dar gracias a que Harry Kane que había colado por la escuadra un primer penalti señalado contra los franceses, lanzó a las nubes el segundo, que a muy pocos minutos del final del encuentro hubiera supuesto el empate.
Así que menos lobos, que nadie está demostrando que tenga más fútbol que pura potra, esa suerte que más que gestionarse en las escuelas de fútbol se vende en las administraciones de lotería.
Se está decidiendo el mundial de Qatar con disparos desde los 11 metros, como los spaghetti western.
Dos tipos frente a frente, retándose en un duelo de miradas y a ver quién desenfunda más rápido: el Clint Eastwood con alma de forajido y nervios de acero o el John Wayne gigantesco con la estrella de cheriff cosida al pecho que convierte la portería en el diminuto hueco de una gatera.
El mundial de Qatar ha ido rebajando la euforia de algunos de los equipos favoritos y subiendo la autoestima de otros mucho más humildes y ahora mismo todo está tan parejo y confuso que puede ganar cualquiera porque todo depende de que un portero tenga su día y de que el lateral que se acerca al punto de penalti y que en su vida ha chutado dentro del área la emboque definitivamente en la red o la mande al quinto anfiteatro.
Se pasan el tiempo los comentaristas y técnicos deportivos enhebrando mil teorías sobre los sistemas de juego utilizados por unos y otros, mareando mucho la perdiz con las disquisiciones técnicas del achique de espacios, la presión alta, la caducidad del tiki taka o la conveniencia de disponer de un buen contraataque y resulta que lo que en realidad importa es que el portero tenga un buen presentimiento y se lance a su derecha o que los cinco elegidos para finiquitar se hayan quedado un cuartito de hora después del entrenamiento ensayando unos tiritos a puerta.
A la luz de lo visto en el Mundial de Qatar, parece que ni mejores ni peores. Como casi todo lo fundamental en nuestras vidas, una simple moneda que miramos dar vueltas en el aire parece que decidirá vida o muerte, gloria o derrota.
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