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Algo sabemos por aquí de fusiones. Nuestras dos universidades llevan décadas fusionando talento y conocimiento con enorme éxito en muchos casos y fracasos estrepitosos en ... otros. También desde hace tiempo sabemos fusionar arte y turismo hasta hacer de ello una industria, como la de lograr que bárbaros hablen hasta hacerse entender la lengua de Nebrija. Hemos fusionado al cerdo con la alta cocina partiendo de la existencia del hornazo y la colaboración de gentes como José Gómez o los Carrasco. Incluso habíamos conseguido que la noche tuviese vida, mucha vida, tanta como el día, hasta la llegada de la pandemia y nuestro directorio sanitario, ya sabe, Igea-Casado. También sabemos mucho, por experiencia, claro, de fusiones bancarias y sus desastres. Primero fue la de Caja Duero con Caja España y después su resultado con Unicaja, aunque esto fue, más bien, una absorción obligada por el Banco de España. Y no será la última. La primera fusión fue obra exclusiva de políticos –a cada cual peor—y a pesar del desastre nadie ha dado explicaciones ni disculpas. La oportuna muerte de Tomás Villanueva borró todo y el asunto fue a desaparecer en un agujero negro de una galaxia lejana, allí donde no llegan ni los ojos de nuestro astrónomo Óscar Martín.

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lagacetadesalamanca Talento y suerte