Stabat mater
Miércoles, 10 de noviembre 2021, 04:00
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BUCEA uno frecuentemente entre las noticias, intentando hallar entre tanta mediocridad, rutina, indecencia, mentiras y navajeos, el tesoro escondido, la perla en el muladar, una ... actitud digna, un bello gesto, un detalle de solidaridad humana. Pero cuesta mucho encontrar esa primicia, hay que pasar muchas hojas, echar copiosos vistazos, para lograr un hallazgo esperanzador, de los que solemos decir que nos reconcilian con la humanidad.
En mi búsqueda han aparecido estos días algunas noticias reconfortantes. Otra vez un policía de paisano, fuera de servicio, no impasible, no se queda de testigo mudo - sin el cómodo ¿y a mi quien me manda? -, a la posible asfixia de un niño con un caramelo. Sabe hacer la maniobra de Heimlich, la pone en práctica y resuelve el problema. ¿Qué hubiera sucedido si no interviene?.
En esa confraternidad que suele darse entre quienes han sufrido o han visto cerca al maldito cangrejo, desbordaron las calles de la ciudad quienes llevaban la camiseta de la AECC, algunos con la foto de un ser querido que hizo solidariamente la marcha anterior, y en esta ocasión solo pudo contemplarla desde las estrellas. La lucha contra el cáncer no deja indiferente a nadie, pero hay personas mas comprometidas y mas activas en la tarea, para los que todos, víctimas en potencia, debemos mostrar gratitud.
Pero de las noticias que enternecen, que asombran, no ya infrecuentes, sino insólitas, la de la niña atropellada en Madrid, y su madre abrazando amorosamente a la conductora. Es sencillamente memorable, y por ello ha cautivado a tantos opinantes, la última Marta Robles, ayer en este diario. Es una escena inconcebible. Uno, en mas de ochenta años, no ha visto nada igual. Semeja un cuento ideado por un discípulo de Edmundo de Amicis. Y sin embargo, ¡ha ocurrido!. Es lo contrario del “yo por mi hija, mato”, de cierta madre televisiva. Pónganse en tan duro trance y respóndanse si hubieran hecho algo parecido. Imagino que la madre, consternada, con su pequeña aun tibia – “Mater dolorosa” -, tuvo ese gesto movida por el mas potente motor del mundo, el amor, y en este caso “por el amor de Dios”, que no conoce límites. Hay que tener una fe muy profunda, el amor al prójimo muy interiorizado, para reaccionar con tanta grandeza.
A veces me pregunto de qué madera estarán hechas algunas personas ejemplares. “El justo florece como la palma, crece como un cedro del Líbano”, leemos en el Viejo Testamento. Tagore recomendó “ser como el sándalo, que perfuma el hacha del leñador que lo hiere”. La madre dolorosa del colegio madrileño - que tiene raíces charras -, acaso posee la dureza de nuestras encinas. Pero yo creo que su entereza proviene directamente del “Lignum crucis”.
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