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Dicen las estadísticas y las investigaciones de los estudiosos que, este año, las peleas del 24 de diciembre se han quedado en los chats. Que ... las familias, sin reunirse, no se han intercambiado las palabras inoportunas e incómodas de todos los años; que han evitado echarse en cara esto o aquello e incluso los insultos de otras Navidades. De hecho, parece que, en la misma Madrid, donde más llamadas se registran en Nochebuena a la policía, no se contabilizó ni una sola. Hablar con los agentes, o leer sus declaraciones no deja de sorprender.
Cuentan de otras celebraciones navideñas, casos tan insólitos como el de un cuñado clavándole un tenedor a otro y hasta de hermanas tirándose de los pelos. Y aseguran que esta pacífica noche solo encuentra parangón en aquella otra de 2004 tras las bombas asesinas... En 2020 no hubo ni reyertas, ni incidentes graves; tan solo alguno tan sin importancia como el de alguien encerrado en un ascensor o el rescate de un gato. ¿Será que no nos viene bien juntarnos y que estando menos nos queremos más? ¿O tal vez que cuando tenemos problemas más acuciantes dejamos de fastidiar al vecino, incluso si es pariente? La reflexión de esa especie de aceptación del “cuanto más lejos, mejor”, viene dada por la cantidad de separaciones y divorcios que se han producido en este año de pandemia donde la enfermedad nos ha obligado a estar más juntos que en vacaciones (cuando también se reproducen las broncas que lo rompen todo). La falta de espacio no ya físico sino sobre todo anímico ha abierto una brecha inmensa en los corazones de las parejas y de las familias y les ha hecho que su válvula de aguante se destape y se escapen los monstruos.
La tensión es una suerte de Caja de Pandora que libera los males del mundo. Por eso, ese recuperar el petit comité, las reuniones de los justos y precisos y prescindir del ruido, a veces da tan buenos resultados. Curiosamente, este año de “ya no te aguanto más, me voy te dejo y te abandono,” ha sido el mismo en el que muchos han tenido que aceptar que tantos a los que querían se fueran casi sin avisar. Y ese hecho de perder a los seres queridos, en separaciones por sorpresa y en muertes inesperadas y que no tocaban ni por edad ni tampoco por circunstancia, ha llevado a que los que finalmente han compartido la Navidad lo hayan hecho dando gracias por esa posibilidad de estar juntos.
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