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Soy consciente de que estamos en los tiempos del me too y en la era de la igualdad. De hecho, tenemos una ministra de ... Igualdad, Irene Montero, a la que reprochan que haya dejado fuera de su equipo directivo a los varones. No escuché muchos reproches cuando era las mujeres las que se quedaban fuera, pero es lo que hay. Ni una cosa ni la otra: igualdad. En cualquier caso, las águedas de entonces hubiesen alucinado con la existencia de un ministerio de Igualdad y una ministra del ramo, ellas que un día al año, uno, recibían el bastón de mando y naturalmente se servían de él para reírse de los varones, tomarles el pelo y tocarles las pelotas o “cantarles los gallos”, en el caso de que no aflojaran el monedero. Se lo pasaban de miedo, se tronchaban de risa cuando se lo contaban entre ellas y estaban deseando que llegase de nuevo Santa Águeda para volver a la carga. Y los varones, mientras, a sus cosas, incluida la venganza de algún energúmeno. Siempre he pensado que ese trueque de papeles (roles, dicen los expertos) tiene algo de carnavalero y, de hecho, el carnaval está muy cerca. Que se lo pregunten a los “farinatos”, por cuyos portales pasa el Águeda, que es un río tranquilo hasta que se pone. Río que da nombre a un pueblo, Águeda, de apellido innombrable, protagonista de telediarios en otro momento. El alcalde del pueblo, Germán Florindo, pidió que los restos del apellido del pueblo descansaran allí. En fin.

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