Simplemente, gracias
Miércoles, 22 de septiembre 2021, 05:00
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Miércoles, 22 de septiembre 2021, 05:00
Ayer fue un día de emoción para los que a diario intentamos acercar el día a día de Salamanca a cada rincón de esta tierra ... por varios motivos. He asistido muchos años al Día de la Provincia, festividad de San Mateo, y siempre ha sido una jornada de reconocimiento al trabajo desinteresado y en la mayoría de las ocasiones casi anónimo que realizan los alcaldes y concejales en una provincia como la de Salamanca.
Pero en este 2021 era especial después de un año y medio de pandemia, de distancia física y de lejanía social, que son las heridas colaterales que nos está dejando este virus. Era una celebración distinta, porque aunque hemos aplaudido mucho a los sanitarios y los fallecidos han recibido reconocimientos, ninguno como el de la Diputación nos hace partícipes a todos de esa inmensa gratitud que tenemos, especialmente hacia quienes se dejaron la vida luchando para protegernos contra un virus completamente desconocido y que poco tenía que ver con una gripe común, como nos decían los chinos, el centro de la expansión del coronavirus.
No conocí a Isabel, pero todo el mundo hablaba maravillas de una mujer entregada a sus pacientes en el centro de salud de La Fuente de San Estaban, el último en el que estuvo de un largo peregrinar por el mundo rural de esta provincia. Sabía de su entrega por una compañera de profesión, María Luisa, otra mujer abnegada, que no escatimó en visitas domiciliarias o en consultas presenciales cuando muchos solo atendían por teléfono por miedo a un bicho que ya había hecho estragos en muchos sanitarios.
Isabel murió sola, autoaislada en casa para no contagiar ni a los suyos ni a sus pacientes. Era finales de marzo y ni había EPIs ni pruebas para todo el que tenía síntomas. También se desconocía el comportamiento de un virus traicionero que cuando parecía que lo estabas venciendo, te dejaba en el sitio, como le ocurrió a ella. Ayer, su marido y su hermano no pudieron contener las lagrimas al recordar su trayectoria profesional y el dolor de su ausencia.
Pilar, la hija de Fernando, destacó la alegría innata de su padre y me acordé del último vídeo en el que debió salir. Me lo envió su compañero de fatigas, Alfredo, por el que supe día a día de su evolución y de su triste desenlace. El vídeo lo grabaron uno o dos días antes de contagiarse también Fernando y con el fin de levantar el ánimo a los compañeros que ya había caído por el brote de una de las residencias de mayores de Linares de Riofrío.
La muerte de Fernando, al que tampoco conocía personalmente, fue como un jarro de agua fría, porque en esos días de apasionado trabajo en la soledad de nuestras casas, parecía que los médicos por el hecho de serlo tenían que ser casi casi inmortales. La muerte estaba demasiado cerca, aunque la intensidad del día a día apenas nos diera tregua para pensar en la fragilidad del ser humano.
Nunca le estaremos suficientemente agradecidos a todos aquellos que, como Isabel y Fernando, se dejaron la vida para intentar salvar la del resto. También a los alcaldes y concejales que, en esos días, más que nunca les tocó hacer de todo para atender a sus vecinos: mover a residentes para evitar que la covid siguiera haciendo estragos en las residencias, acercar la compra para evitar el contagio a los mayores o proporcionarles las medicinas a aquellos núcleos de población que no tenían la posibilidad de acercarse a las farmacias.
Pero ayer, además de una jornada de gratitud a todos los que se enfrentaron sin escudo al maldito virus y de doloroso recuerdo de aquellos aciagos días de olor a lejía y de silencio roto solo por el sonido de las ambulancias y de los aplausos de las 8, también fue un día de alegría para todos los que hacemos este periódico. El año pasado cumplimos 100 años, un aniversario redondo al que en estos tiempos es difícil llegar.
Mi gratitud, me atrevo a decir en nombre de todos, a la Corporación Provincial que por unanimidad nos entregó ayer su máxima distinción.
Pero gracias especialmente a vosotros, lectores. Sin vuestro apoyo y vuestro ánimo al ir cada día al quiosco para comprar el periódico hubiera sido imposible llegar hasta aquí. Vosotros sois el motor que nos mueve a esforzarnos cada día para manteneros informaros, crear opinión y entreteneros también un poquito. Simplemente, gracias por tanto.
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