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Hay quien opina que los protocolos y los rituales son algo de otro tiempo, de épocas antiguas en las que primaba la rigidez y la ... formalidad, sin encaje ya ni en las sociedades modernas, regidas por la racionalidad ilustrada, ni menos aún en este alegre revoltijo de personas y condiciones propio de nuestro vivir postmoderno. A quienes sostienen satisfechos tal cosa convendría desengañarlos cuanto antes: uno de los elementos nucleares de las sociedades contemporáneas es precisamente, nadie lo duda en las ciencias sociales, la fuerza extraordinaria de los símbolos, y ello tanto en el ámbito privado como en el público, sea este político, sindical, deportivo, festivo o de cualquier otro orden. Los estudiosos de los nacionalismos conocen también de sobra un libro cuyo título brillantemente paradójico se ha convertido casi en una frase hecha, “La invención de la tradición”, que muestra la eficacia de las tradiciones en la conformación de las identidades colectivas en general y de las nacionales en particular; tanta eficacia, tanta utilidad, que cuando no existen dichas tradiciones o aparecen diluidas resulta posible, y a menudo muy provechoso para sus promotores, recrearlas o incluso “inventarlas”. Los elementos simbólicos siguen generando hoy -quizá generen más que nunca- una intensa emotividad, que a su vez constituye el más relevante agente movilizador de nuestras sociedades.

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