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A Pepe Prieto. In memoriam
“Hasta mañana, si Dios quiere y la vaca nos deja”. Con esta simpática coletilla nos despedimos los del campo ... el pasado sábado al concluir la tertulia, septiembre ya enjalbegando la montanera, las moruchas encintadas y, como es habitual por estas fechas, los sueños puestos en lo que vengan a apalabrar los políticos en la Feria. ¡Albricias, por fin!, nos dijimos felicitándonos porque la Diputación de Salamanca haya querido regresar al tiempo (sí, al tiempo) con la celebración de Salamaq.
Después de tantos meses de animalismos y plagas, los del campo tenemos ganas, muchas ganas. De ahí nuestro entusiasmo al ver las imágenes aparecidas en prensa sobre la Agropecuaria: las colleras políticas recorriendo los corrales, la cordialidad adversaria de los abrazos (lo del saludo ‘a codo’ era un horror) y ese orgullo ganadero que, al paso del señor ministro, se sincera con respeto: “Se vive como se puede, malamente; se mantiene malamente la esperanza, nadie sabe de qué”. Pero así son las cosas del campo. Soledades de adentro a las que hay que poner en vuelo ante los representantes de las instituciones, pesen a quien pesen, por derecho y por consuelo, aunque no se tenga la destreza lírica de aquel poeta que, allá por el 2002, vino a Salamanca a recoger el Premio Reina Sofía de Poesía por haber escrito la obra “Las cosas del campo” y otras muchas más.
A José Antonio Muñoz Rojas le gustaba decir de sí mismo que era antequerano, ‘cosmopolita de pueblo’ y un labrador que escribía con los ojos perdidos tras los maizales. De ahí que no dudara en aludir a “Las cosas del campo” en su discurso en el Paraninfo de la Universidad: “El librito más conocido de los míos”, dijo con la humildad de los que engastan su alma a la tierra. Solo los que viven el campo pueden escribirlo para sacar afuera los muchos bullicios que les quitan el sueño. “Las encinas solitarias -escribió Muñoz Rojas- son los dientes que le quedan al campo para mascullar una historia de montes sonoros [...]. Andamos sobre sus sudores, sobre sus ilusiones y sobre sus huesos”. ¡Qué actuales se hacen tales pensamientos después de setenta y cinco años de haber sido escritos! ¿No lo crees así, amigo Estella? No hace mucho que tú me regalaste el libro y, ya ves, aquí lo tengo, abierto de par en par en este tiempo que es de hablar de churras, merinas, vacas y aperos de labranza. Salamaq, afortunadamente, ha vuelto a hacerse noticia y Feria, y los gacetas tenemos que contarlo. Si Dios quiere y la vaca nos deja, de las cosas del campo aún queda mucho por trillar. Si Dios quiere y la vaca nos deja, tenemos pelea para rato.
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