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La calle de Wences Moreno reúne en las circunstancias de su denominación buena parte de nuestra historia contemporánea, porque antes de llamarse así estuvo dedicada ... a Mateo Hernández, el zoológico escultor bejarano, que ya tenía otra en Salamanca con su nombre. Un lío para los carteros. No se dieron cuenta de ello cuando en 1980 eliminaron al general José Sanjurjo de los carteles de esta calle en un barrido del callejero franquista. Donde las dan las toman, porque el militar llamado a dirigir la sublevación del 18 de julio –que no pudo porque un inesperado accidente aéreo acabó con su vida y encumbró a Franco—dejó sin calle a José Giral, aprovechando la limpieza de calles que las nuevas autoridades de 1936 acordaron. Giral, había sido catedrático de Química en la Universidad de Salamanca, farmacéutico en la ciudad y presidente de la República en las primeras semanas de sublevación; fue responsable de entregar “armas al pueblo” y de que la rebelión militar no avanzara más rápido.
República, dictadura, Transición y democracia plena hay detrás del cartel de Wences Moreno. Antes, no hubo nada o casi nada, por eso aparecía rotulada en los planos como “Carmelitas A”. Por esas fechas, los de la regencia de María Cristina, que nos quiere gobernar, nació Wences Moreno, en Peñaranda y en vísperas del desastre colonial y la depresión anímica española del 98. Pocas bromas: dedicarse al humor viniendo de aquello tuvo un mérito extraordinario. Años más tarde, el de Miguel Gila sería un caso similar. Con qué ansia esperaban los niños de Alba de Tormes la llegada del “Señor Wences” para ver su espectacular haiga. Merecía tener una colección permanente en Salamanca con él, sus muñecos, caricaturas, fotografías con lo más conocido de la sociedad norteamericana –Walt Disney le llamaba “el español” y actuó para presidentes americanos—y la proyección del documental de Jorge San Román sobre la extraordinaria vida de nuestro paisano, el artista más longevo de Estados Unidos. Murió con 103 años, en 1996. Un poco más y hubiese vivido en tres siglos. Cuando se le puso su nombre a la calle, el Barrio del Oeste no era lo que es hoy, pero la calle sí era ya una de las arterias del barrio. Al “Señor Wences” –así se llama su calle en Nueva York—le hubiese gustado cómo está el barrio hoy y también su escultura, hecha por Antonio López Pozo, aunque debiera ser más visible. O no. No sé, vaya usted a saber qué harían algunos hijos de Atila con ella. También él atravesó la historia con una regencia, monarquía, dictadura, república, dictadura, democracia... Lo que decía.
Uno ha paseado mucho esa calle para ir al cole y regresar. Entonces, suspirábamos por un aprobado general o por un curso en el que repetir fuera excepcional. Todos los años alguno se quedaba colgado de curso y en compensación, adoptábamos a un repetidor, que se hacía el amo del asunto al instante de vernos. Por eso soy un entusiasta del aprobado general. Nunca tuve uno. Pasé todo tipo de exámenes, orales, test, con libros, sin ellos, de pie, sentado, en primavera y verano...pero el añorado aprobado general... Por eso soy un devoto de ese indulto o amnistía que es el aprobado general, y tengo una opinión personal y penosa de los que desprecian este aprobado general en estas circunstancias, en las que todos estamos esperando algo parecido para olvidarlos del virus y pasear seguros por Wences Moreno y cualquier otra calle. Hoy, por cierto, el ventrílocuo “Señor Wences”, hubiese cumplido 124 años. Allí donde esté pescará grandes truchas, recitará a Gabriel y Galán y seguirá haciendo reír con su talento.
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