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Creo que nunca dejo de darle vueltas a cómo Salamanca podría salir de su ostracismo, de su empeño de aislarse del resto del mundo, de ... su falta de reflejos y ganas para mover la economía, la educación, la vida. Y sobre todo me preocupa cómo podría frenarse la pérdida de población, que es lo que a la postre nos convertirá en un museo momificado... y no tardando mucho, pues Salamanca se muere y la pandemia ha sido un golpe de gracia para todos, no digamos para sectores como el comercio tradicional o la hostelería, mientras las grandes cadenas se reorganizan ante el nuevo futuro. El anunciado cierre de una conocida marca internacional en la calle Toro es una buena prueba del cambio súbito. No se libra nadie, ni de los efectos de la crisis sanitaria ni del tsunami ya irreversible que ha traído Internet.

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