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Ya estamos con un pie en el puente de la Constitución, que abre Santa Bárbara, que siempre me recuerda a mi admirada Bárbara Bazo. ... El puente a la vista y la bodega ya con los caldos serranos presentados el lunes en el Casino con Agustín Maíllo y Mikel Udina de anfitriones; con Javier García de representante provincial, y Julio López, que pasaba adrede por aquí, que sigue siendo su casa. Bueno, y tres cuartas partes de la hostelería local y provincial, que el palacio de Figueroa casi revienta de gente. Santa Bárbara en Salamanca es citar la fiesta en Moríñigo, Casafranca, Aldeatejada, Alconada, o el Puerto de Béjar, donde hay una ermita donde pedir protección para las tormentas, como en Galindo y Perahuy. Porque la mártir está para eso, para darnos agua sin piedra y librarnos de los rayos, como el que cayó durante su martirio, que la convirtió en amuleto para las tormentas, patrona de mineros y artilleros, y origen de la denominación del polvorín como santabárbara en los barcos piratas de mi infancia. Pero es, también, la advocación de la capilla catedralicia donde se examinaban los aspirantes a grados, con su noche de aislamiento –estar en capilla—el sorteo de las preguntas y la disertación, con los pies del examinando apoyados en los del obispo Juan Lucero buscando la sabiduría de este. Lucero patrocinó esta capilla para purgar sus remordimientos por apoyar a Pedro el Cruel en su divorcio de Blanca de Castilla. Se jugaba el cuello. A falta de las modernidades de hoy, los estudiantes se reponían con dátiles para afrontar la larga sesión de examen, siempre con la mirada puesta en la Puerta de Carros, que se encuentra enfrente. Lo de PISA es de risa comparado con aquello.

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