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San Sebastián en Salamanca es iglesia. En la plaza de Anaya. Una pura ruina cuando vencía el siglo XIX y algunos arquitectos municipales eran de ... gatillo fácil para firmar decretos de ruina y favorecer a los especuladores de venerables piedras que eran reliquias. Gracias a Eloy Bullón -de cuya calle nadie se acuerda- y el Padre Cámara -cuya escultura estuvo delante del templo- la iglesia fue recuperada y abierta al culto. A principios del siglo pasado. Luego vendría en 2008 el descubrimiento del suelo original de Alberto de Churriguera y misteriosos sepulcros. Hasta ahora. Décadas atrás me dijeron que la escultura de Nebrija de Pablo Serrano estaba pensada para colocarse entre las escaleras del Palacio de Anaya y la puerta lateral del templo, dedicada a San Juan de Sahagún. Igual que me comentaron que los libros parroquiales más remotos del templo estaban salpicados de bautismos en los que el padre de la criatura aparecía como “estudiante”, sin mayores comentarios. He dicho que hubo una calle de San Sebastián, que discurría por delante de la iglesia, enlazando con la actual calle del Tostado, que entonces podía ser calle del Trasgo, porque de su aspecto tenebroso podía uno esperarse cualquier cosa, o calle de Azotados, que también da que pensar en un asunto feo. Esta calle de San Sebastián tenía su paralela en la de las Cadenas, por estar cerca de las del atrio catedralicio. Una y otra fueron eliminadas por el famoso general Thiebault durante la ocupación francesa, dando lugar a la plaza de Anaya, aunque, seguramente, la idea ya rondaba en la cabeza de algunos paisanos. Pero venga para el gabacho ese mérito. El caso es que ahí tenemos la Plaza de Anaya, segunda en arte de las salmantinas.

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