San Andrés, fin de mes

Hace unos días, en otras páginas de este periódico, escribía lo que aquí se dijo del Hospital Provincial, hoy residencia asistida de la Diputación, impulsada por Andrés García Tejado, médico y presidente de la Diputación. Entonces, la institución provincial se sentía vinculada a la Facultad de Medicina y de ahí el carácter clínico de aquella institución, que hoy es residencia de mayores, o como dice un amigo “resistencia” de mayores. La fachada de las Úrsulas es obra de otro Andrés, Andrés García de Quiñones, autor de la espadaña de la Clerecía, que, por cierto, podría ser el remate del Ayuntamiento salmantino porque esa era, más o menos, su idea. Y la plasmó en una maqueta que algún día estará, supongo, en el museo de la Ciudad. Bien saben los farinatos quién es Andrés Pérez Herrasti, lo que hizo, cómo lo hizo y lo que pesan las medallas que luce en el uniforme de sus retratos, igual que los salmantinos sabemos que lo único que queda de aquel monumental Convento de San Andrés, “Escorial” salmantino, es la iglesia del Carmen de Abajo a la que mira la escultura de San Juan de la Cruz, de Fernando Mayoral, porque fue su residente más ilustre, como lo es, entre los nacidos en Mozárbez, Andrés Martín Domínguez, profesor y escritor, del que acaba de editarse “El largo día del niño”, que se suma a sus poemarios y novelas.

Cuánto pintó Andrés Abraido del Rey de Salamanca, incluido el paseo de las Úrsulas con sus viejos y desaparecidos olmos; las pinturas salmantinas de Abraido del Rey son pura delicatessen, como las que ha preparado siempre Pauli Andrés en su “Río de la Plata”. Andrés es también apellido. A Eustaquio Andrés, mecenas del golf y empresario de neumáticos, algunos le llaman Andrés. Cosas de esos apellidos que también son nombre.

También le pasa a Luis de Andrés, hostelero salmantino, que supongo pasaría ayer por la fiesta de los vinos de la Sierra de Salamanca en el Casino de Salamanca y fiesta es la Feria de San Andrés que recuperan los farinatos, tan importante para la cotización del cerdo ibérico, del que tanto sabe el guijuelense Andrés Gómez.

Pues eso, que termina noviembre en San Andrés, hoy, víspera del encendido navideño. Hoy, que este periódico celebra concierto por su centenario y mañana entrega sus premios de relatos y microrrelatos de mayores –cuánto talento– en el Casino de Salamanca.

El refranero está cuajado también de referencias matanceras relacionadas con este día, aunque San Martín o San Antón sean las más conocidas. Lo cierto es que han entrado los fríos que exigen la matanza y hoy la Feria de San Andrés fija cotización porcina mientras los cerdos zampan bellotas en la montanera como si no hubiese un mañana.

Al igual que las castañas las bellotas salvaron hambrunas porque se convertían en harina y de ahí en pan. Que conste. Andrés Bello, empresario agropecuario, hoy en la reserva, solía decir que “de San Andrés a Navidad tres semanas en verdad, pero una vieja que contó, tres días más halló”. Y felicidades a Andrés Framiñán, doctor, viejo compañero de rugby.

A la escritora Maribel Andrés Llamero, porque algo le toca. A Andrés Alén, también por su obra artística. Y a Andrés Sánchez, por hacer de la luz un arte.

Mañana será otro mes. Bueno, no es un mes cualquiera. Viene cuajado de fiestas, puentes y acueductos. De luces y dulces. De buenos deseos. En el que es fácil pasar de la ilusión a ser iluso, asustar a la báscula y de paso a la tarjeta de crédito, a la que espera una cuesta de enero sabrosa. Pero a ver quién se resiste.