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Entre el virus, la alta contaminación política, la desidia de nuestros propios representantes, la histórica, demencial y desesperante abulia ciudadana, y con nuestro principal motor, ... la Universidad, gripado por una completa desertización intelectual, puedo afirmar sin alarmismo alguno, que Salamanca no existe, ya no existe. La mantenemos artificialmente quienes tenemos entre 40/45 y 60/65 años, que por otra parte somos cada vez menos y estamos cada vez más desencantados. Por detrás, no hay futuro: el futuro de los jóvenes es la fuga, y aún así lo tienen cada vez peor en un mundo devorado por el populismo y la gran mentira digital. Por delante, una enorme bolsa de clases pasivas; clases pasivas que lo son ya con 50 años. ¡Dios mío, qué locura!, cuando la gente no ha llegado a dar lo mejor de sí misma, la retiran de la circulación.

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lagacetadesalamanca Salamanca, un agujero