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LA noticia de portada de LA GACETA de ayer se refería a los buenos números turísticos que está arrojando agosto para Salamanca, con cifras de ... ocupación hotelera cercanas a las anteriores a la crisis del coronavirus, entre otras cosas gracias a la mayor movilidad de turistas españoles, que salvan la casi desaparición del viajero internacional, y a promociones como la que se ha puesto en práctica en Salamanca, con estancias en hoteles de 2 noches al precio de 1 en colaboración con el Ayuntamiento, oferta que de alguna manera desdibuja la realidad social (¿tenemos turistas o “cazachollos?) y económica, pues seguimos en el ideal comunista de regalar peces en lugar de enseñar a pescar.
No voy a negar que ver Salamanca llena de gente es un placer y un soplo de esperanza, pero no debemos seguir tropezando en el mismo craso error, con o sin pandemia, de apostarlo todo al momento, al pan para hoy y hambre para mañana: seguimos sin sembrar. Salamanca, sus gestores, sus ciudadanos, sus empresarios, siguen en su mayoría sin querer ver más allá, sin aplicar visión de futuro a su trabajo, y sirva como ejemplo que hemos tenido que llegar al borde de la ruina para ver algún destello de ingenio -con su correspondiente inversión- en sus terrazas, terrazas que son parte muy importarte de la vida de una ciudad, no digamos de una ciudad que tiene al turismo como uno de sus principales pilares socioeconómicos.
Salamanca, más allá de lo gastronómico, sigue empeñada en no ofrecer mucho más, su “know-how” es limitado: la rana de la Universidad, tomar un aperitivo y comer. De Artes no hablamos, de cursos de verano no hablamos, de conciertos no hablamos, de deportes no hablamos. Hablamos de pedir otra cerveza por toda posibilidad, lo que hace de Salamanca una ciudad con muy escaso recorrido, una de las razones por la que los jóvenes salmantinos huyen de aquí. Sencillamente no somos atractivos ni para nosotros mismos, una especie de versión urbana de la película de Scorsese, “Alicia ya no vive aquí”.
En lugar de embarcarnos en estrambóticos y disparatados planes de movilidad -¿movilidad en una ciudad muerta?- deberíamos promover, como punto de partida, la constitución de grupos de trabajo profesionales (he dicho profesional) que debatan y definan nuestro futuro (he dicho futuro) y la mejor manera de alcanzarlo.
Aunque creo que hemos perdido todos los trenes, nunca mejor dicho en una ciudad y una provincia aisladas, seguir viviendo de las ocurrencias (como copiar los errores de otros) sólo nos conducirá a la desolación, de ahí la necesidad de invertir en ideas. He dicho ideas.
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