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SIEMPRE nos quedará el día de Reyes con sus cabalgatas, regalos y roscones, y aunque digan que hasta San Antón pascuas son, lo cierto es ... que el 6 de enero acaba todo. Hasta cambian los días, que comienzan a ser más largos. A mi admirada Victoria Álvarez, escritora fantástica, en todos los sentidos, sus majestades le han traído una niña, según ha confesado en redes sociales al tiempo que finaliza su nueva novela. Igual la veo firmando libros en una librería como el otro día a Rodrigo Cortés, que viene a Salamanca con un ánimo extraordinario: no ha salido de su casa y lo está pregonando a los cuatro tuíteres. Ya decía Cervantes que Salamanca hechiza y lo volvió a comprobar Isaías Lafuente, que paseaba por la Plaza Mayor el día de Año Nuevo cargado de chiquillos. El futuro, de la mano, decía. Muy pocos periodistas tienen tantos reconocimientos y una relación de obras tan interesantes, siendo, además, un tipo extraordinario. Sí, le conozco. En su condición de palentino sabe muy bien lo que es la España Vacía o Vaciada, que podría tener a José María Gabriel y Galán como uno de sus cantores. El poeta murió un día de Reyes, ya ve, él, que cantó a los magos de Oriente en “Vamos a esperarlos”, que “es ir a un convite de dulces y abrazos”. Para eso estamos. Dulces sí, pero abrazos los justos porque la ómicron se contagia con la mirada, vuelve a llenar hospitales y obliga a que enfermos no covid esperen al declive de la curva para pasar a consulta. La pandemia ha obligado a modificar este año el itinerario de la cabalgata real buscando que los asistentes estén más holgados, menos juntos, aminorando riesgos. Pero, no sé. El otro día antes de la despedida del Obispo Carlos López pedí a los Reyes Magos de la Catedral un poco de respiro. Porque ellos siempre están ahí, en la fachada del Nacimiento, cuadros de la Sacristía, en el retablo de la Catedral Vieja, las pinturas de la capilla de San Martín o varios sepulcros medievales, y de algo debe servirnos tener a los Reyes siempre cerca. A los Magos, digo. Los Reyes Magos son una metáfora de los creyentes y los protagonistas de un famoso códice salmantino en el que se narra que sufrieron tentaciones. Es lo que tiene ser de carne y hueso. Tras el “roscón” tendremos unas cuántas subidas más y veremos de nuevo cómo se dobla la curva para el tiempo electoral.

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