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Los jóvenes de Castellanos de Moriscos protagonizan en sus fiestas del Cristo de las Batallas unas sopas de ajo para cerrar una verbena. Lo que ... se dice para desayunar. Hay quien desayuna con diamantes, quien lo hace con chocolate y churros, quien puede hacerlo con ostras y champán, y quien se echa al monte de las sopas de ajo. Los vacceos se atiborraban de ellas antes de zurrarse con los romanos. Dice Mikel Corcuera que para darse valor y yo creo que lo hacían por si el viaje al cielo de los vacceos llevaba tiempo. Desde entonces, las sopas de ajo han producido mucha literatura: Dionisio Pérez, Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós (en el “Episodio” salmantino de la Batalla de los Arapiles), Alejandro Dumas, Delibes, Almudena Grandes, Cela...Ventura de la Vega les dedicó un poema que acabó en himno y el hijo de este, Ricardo de la Vega, escribió otro, aunque dedicado en general a las sopas y sus virtudes. Puede que en los antecedentes familiares hubiese ancestros sopistas. Entre los escritores que encontraron en las sopas de ajo inspiración está Ramón Pérez de Ayala, que animaba a los jóvenes a meterse por las sopas de ajo porque no hay nada como eso después de una juerga. Qué mal ejemplo han dado algunos autores. O bueno, no sabría decir. El caso es que los mozos de Castellanos de Moriscos le han hecho caso y ahí están metiéndose una sopa de ajo tras la verbena, o sea, tras la juerga antes de irse a la cama o empalmar con un desayuno convencional.

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